jueves, 8 de marzo de 2012

El Tesoro de la Palabra

Un distinguido político de California --- el “Speaker” de su Cámara de Representantes en los años 60 del pasado siglo, ---de nombre Jesse Unruh---, dejó a su posteridad la siguiente joya de sabiduría política:  “El tesoro de un político es su palabra”.  Porque se es hombre o mujer de palabra, o se es un impostor.  La sentencia parece verídica ”mera palpatio”, esto es, mediante el mero examen intuitivo de la razón.

¿Por qué mienten tanto algunos políticos?  ¿Por necesidad?  ¿Por mera costumbre? ¿Por oportunismo insaciable?  ¿Por incultura moral?  Ninguna de las anteriores.  Mienten porque creen que lo importante, lo único importante, es ganar el poder y conservarlo:  porque el fin justifica los medios.  No tienen noción moral alguna de la santidad práctica --- los usos decentes --- de la palabra.

Existen precedentes bien tempranos, en la Cultura Occidental, del reconocimiento y la estima y entrega del hombre científico y teórico, tanto como del hombre prácticamente sabio, a la preeminencia de la palabra en las relaciones humanas y en el saber y la cultura.  El viejo Aristóteles sostuvo que la palabra, el lenguaje, separaba al hombre de los otros animales, lo definía y lo distinguía, para comunicar lo cierto y lo falso, lo bueno y lo malo.  En la tradición cristiana, “en el Principio era la Palabra, o el Verbo”, de donde procedía toda otra verdad, toda otra realidad, todo otro bien.  El bueno de Jesús de Nazaret mismo afirmó taxativamente:  “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.  ¡Lo que se perdió Luis Fortuño, la verdad y la libertad de espíritu. Por eso, veinte siglos después, Jesse Unruh podía repetir con total convicción que el único capital perdurable del político es su palabra.  Si tiene Palabra.

En Puerto Rico, a la altura del 2012, nos encontramos con un gobernante, Luis Fortuño, que no tiene palabra. 

No tuvo ni tiene palabra cuando incurrió en las promesas fantasiosas del 2008.  No tiene palabra cuando dice que ha reducido el gobierno para hacerlo más eficiente y justo.  No ha tenido palabra cuando ha dicho que las alianzas público-privadas --- la entrega del tesoro público a los colmillús privados , sus amigos y financistas políticos ---iban a transformar la economía, en recesión aquí y en los Estados Unidos.  Con culpar a la pasada administración se relame de satisfacción, como el mentiroso que cree que ha tenido éxito.

Ha mentido cuando defiende a los Juan Bravo, a los Roger Iglesias y a las docenas de amigos que se han chupado más de 500 millones del dinero del pueblo, sustraídos de los servicios públicos e incurrido en préstamos descomunales que el pueblo tendrá que pagar por más de 30 años, mientras que  a cada corrupción contesta “yo no fui” o “yo no sabía”, cuando en realidad sabe y dirige todo el sistema de corrupción que define su gobierno.  Sencillamente no tiene palabra. Es un paquete vacío, un pastel ciego, todo envoltura.

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