¿Qué
fuerza, señor alcalde? ¿La fuerza
de cara de un delincuente electoral y
la determinación de pasarle el rolo caciquista a todo el que lo
cuestiona?
Es
predecible que se aproveche de la ignorancia y la candidez de Félix Baerga y de
Iván Calderón para sus anuncios engañosos de reelección, pero a los ciudadanos
avisados de Guaynabo, contribuyentes todos, no se les puede engañar con
aspavientos de poder aunque sea un poder corrupto, podrido.
Si
Puerto Rico tuviera un Secretario de Justicia serio y competente, Héctor O’Neill
estaría camino a la prisión por
delitos de fraude electoral, obstrucción a la justicia, violador de los
derechos de sus empleados, enemigo y perseguidor de las comunidades pobres para
servir a sus socios ricos, entre otros desmanes contra la ley y la
justicia. Pero no hay Secretario
de Justicia, lo que tenemos es un buscón de prestigio que no puede obtener por
sus méritos (¿?), y actúa como mandulete de partido, deshonrando una posición
que en el pasado fue ejercida por profesionales íntegros, no todos, pero
muchos.
Lo único
que tenía que hacer ese proto-Secretario era extender inmunidad a los policías que
se negaron a declarar sobre el fraude primarista cometido y ordenado por O’Neill,
es decir, extender inmunidad a los policías corruptos, y cantarían como
ruiseñores o irían presos. Pero a
nadie le interesó la verdad: ni a
Fortuño, ni al Secretario, y mucho menos al alcalde culpable directo del fraude. Eso es lo que él llama, para ganar,
“fuerza y determinación”. Fuerza
de cara y determinación delictiva impune.
Porque él es el dueño de Guaynabo, y el dinero de sus contribuyentes se
usa liberalmente para comprar conciencias. Mientras tanto, “mi pueblo duerme”, y Héctor O’Neill rebosa
de dinero y propiedades aquí y en el exterior, a decir de Fuente-Ovejuna. Ahora falta que la fuerza de cara y la
determinación de O’Neill superen la fuerza moral y conciencia limpia de los
ciudadanos de Guaynabo.
¡Apostemos siempre al pueblo, que tiene
intereses sanos, contra la fuerza de cara y la determinación de los caciques
que le oprimen! ¡Recuerden, vergüenza
contra dinero!
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