La metáfora
viene de lejos, y dirigida a otros profesionales, a los médicos. Por favor, instruía el viejo galeno, no
importa que otras cosas hacen, sobre todo, “no hacer daño”.
La
transferencia de ese dictum al caso que hoy dramatiza el pueblo de Puerto Rico
con la toma de posesión como gobernador de Alejandro García Padilla se convierte en una instrucción
equivalente: ¡Sobre todo, no
mentir! Porque ese fue el talón de
Aquiles de la siniestra administración que concluyó ayer: la mentira científica como rasgo patológico
de Luis Fortuño.
Fortuño
y Luz Eufemia Vela buscaron el poder político con una sola motivación: hacerse millonarios mediante el uso del
poder público, y lo consumaron hasta la saciedad. El pueblo los caló y los mandó a paseo. Su clave fue la mentira. Por eso ni se defendieron. Sabían lo que hacían. No gobernaron, excepto para presidir el
saqueo de los recursos del País para
y mediante una pléyade de mediocres rateros que recibieron siempre la
defensa y el endoso de su facilitador en Fortaleza.
Ante
esa realidad, el pueblo, del que muchos que llegaron a desconfiar debido a la
masiva operación de mentiras que se les disparó, concluyó sabiamente, en
silencio, que Fortuño y sus ganga de depredadores eran lo que eran, y los desahució
metódicamente: mayoría enorme de
municipios, grandes sectores de la Legislatura PNP --- incluyendo a Evelyn Vázquez,
Lorna Soto, Albita Rivera, Liza Fernández, Roger Iglesias, y los senadores de 6
de los ocho distritos, pamemas esclavos de las patanerías de Rivera
Schatz. Fue un saneamiento metódico,
implacable, sabio.
¿Qué pasó? El pueblo se cansó de la mentiras, del
saqueo, de la mediocridad, del despido de decenas de miles de servidores públicos,
y de la gansería de la supuesta “primera familia”.
Anoche
adelanté dos principios que representan la revuelta moral de este pueblo
sano: que la motivación de los
oficiales del pueblo debe ser el servicio y no el enriquecimiento criminal, éticamente
criminal, y que los recursos del Estado deben dirigirse a los muchos --- los
pobres y los medianos, los de abajo ---
y no a un puñado de ladrones vestidos de ovejas con mamelucos de
empresarios.
Hoy
estrenamos un nuevo gobierno. Su
tarea es enormemente difícil, pero como recomendaría Hipócrates en la
adaptación de su consigna de no hacer daño, el principio rector de la
administración de Alejandro tiene que ser --- obsesivamente --- no mentirle al
pueblo. Este pueblo está preparado
para la verdad, aunque duela.
Y si no, “remember Fortuño”.
La
mentira siempre fracasa en su intención.
En primer lugar porque el pueblo ve a traves de ella y la rechaza. En segundo lugar porque si no la desenmascara,
si se confunde, vota en contra del mentiroso. Y si no, ¿pregúntenle a Fortuño? Sólo los dictadores totalitarios imponen la mentira, porque
no están sujetos a la voluntad del pueblo. Fortuño ensayó ese rol, y el pueblo lo destituyó. Por eso digo, a nombre de Hipócrates, “sobre
todo, no mentir”.
Estimado profesor,
ResponderEliminarAntes de escribir mi comentario, quiero expresar mi más profunda gratitud por su trabajo y su forma de esgrimir pluma y tinta.
Comparto la opinión de que “el principio rector”, “tiene que ser --- obsesivamente--- no mentirle al pueblo”. Sin embargo, encuentro en su comentario de ayer la referencia a Aníbal Acevedo Vilá quien fué “honesto frente a la realidad que enfrentaba el País”.
Entiendo por sus palabras que Luis Fortuño se aprovechó y convirtió la honestidad de Aníbal en parapeto propio. Lamentablemente la honestidad de Aníbal no convenció a la mayoría del electorado en el 2006.
¿Cómo podemos los votantes minimizar el riesgo de que la exhortación a la honestidad que hacemos hoy no se convierta en talón de Aquiles, como le pasó a Aníbal?
Mi estimado lector,
ResponderEliminarAprecio sus comentarios sobre mi columna con relación a la verdad y la mentira en la actitud de Aníbal Acevedo Vilá en el 2008. Usted parece pensar que Aníbal perdió por ser honesto, lo cual me parece equivocado. Perdió por la condición objetiva fiscal y económica del Pais. Perdió por las acusaciones indecentes de que fue víctima en la Corte Federal. Perdió por su aparente alianza con el movimiento soberanista. Y perdió por su ambiguedad con relacióón a los grandes intereses económicos: Paseo Caribe, por ejemplo.
Por lo demás, y con todo eso, fue un excelente gobernador y merecía la victoria. Pero no fue la honestidad lo que le provocó la derrota.