Tomado
literalmente, el titulo que encabeza estas líneas es erróneo, porque el tiempo
y el espacio político y administrativo es siempre limitado, discreto. Se trata de cuatrienios, de fechas límites,
y de capacidades limitadas, tanto personales como en términos de recursos.
Es
patente, sin embargo, que la crisis que nos azota como pueblo --- producto de
la complacencia y la superficialidad gubernativa de los últimos cuarenta años
--- es total, orgánica, o estructural como repiten por ahí como estereotipo
superficial porque suena profundo.
La
crisis cumulativa de la educación pública y la Universidad ha producido en los últimos
40 años una ciudadanía intelectualmente chamuscada, no educada. Y ahora, cuando se piensa que el rol de
la Universidad es producir técnicos y obreros diestros, sabemos que ni eso
produce porque ha sido desmantelada por unos filistinos incultos que ni papa
saben de la educación superior y su impacto creativo --- en todos los ámbitos
--- en la cultura total del País.
Todo lo
anterior apunta al hecho de que si la crisis es total y los recursos
intelectuales y políticos para enfrentarla son limitados y discretos, por lo
menos debe existir la conciencia en los gobernantes de que, ante una crisis
total, orgánica, no se puede andar por ahí ofreciendo y prometiendo tales
ventajas o beneficios para este grupo o aquel, cuando las bases económicas y
fiscales del todo gubernamental y social son tan precarias.
Dicho
en los términos filosóficos en que lo expresó el filosofo norteamericano John
Dewey durante todo el siglo pasado, la política, la ciencia y la experiencia
humana en sí, sólo son entendibles y manejables en términos de dos
principios: la continuidad y la interacción
entre todos los sectores de la realidad a que uno se enfrenta. Porque a través del tiempo existe una
profunda conexión o continuidad de las cosas, en la naturaleza, la historia,
la sociedad y la acción. Por lo
mismo, existe también, entre todas esas cosas, una interacción dinámica y
palpitante entre todos los sectores o partes del todo social.
Aplicada
esa doctrina a nuestra crisis, los actuales gobernantes no pueden proceder en
forma suelta, ad hoc, oportunista, en la lidia con nuestra crisis sin
precedentes. No puede haber
distribución sin contribución, no puede haber economía organizada sin pisar
callos, no puede haber iniciativas facilitantes sin exigir responsabilidades
mortificantes, a todos, porque el principio de interacción nos toca a todos.
Si los
cambios y depuraciones se hacen con equidad, con razonabilidad, con sinceridad,
porque todos estamos implicados, el pueblo entiende si se le explica, mas allá
de las frasecitas practicadas para encubrir más que para explicar.
El
principio de la continuidad dice que esta crisis no nació ayer. Que estaba clara ya desde que Rafael Fernández
Colón ordenó el Informe Tobin, y luego lo escondió por razones politiqueras
para complacer las clientelas electorales que ahora le pasan la cuenta al País.
El
principio de toda reforma tiene que ser la verdad, contra los escamoteos
continuos de la crisis desde los años 80.
La entrada efectiva a una salida depende de que se comprenda la interacción
de todos los renglones que conforman la crisis: economía fiscal, corrupción gubernamental,”rackets”
oficiales --- tales como el Fondo del Seguro del Estado, la Comisión de Boxeo,
el Seguro Compulsorio, las aseguradoras de salud, el Fondo de Retiro
gubernamental y el Judicial, entre docenas de otros.
Soluciones
hay. Desagradables todas. Lo que falta es voluntad política, y
aquella capacidad de abnegación que supere la mentalidad electorera.
Pienso
que el espectáculo de incapacidad y egoísmo económico que ha exhibido el
liderato del PPD, desde Ponce hasta el Capitolio, y la incapacidad para enfrentarse, de frente, ha sellado la
suerte del PPD para el 2016.
Sobre
la posibilidad de resurrección, la creeré cuando la vea, como el prudente Santo
Tomas.
Profesor, necesitamos lideres como Carmen Yulin, a quien las rodillas no le tiemblan...
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