Me hago
eco de la excelente columna que en el día de hoy publicó la colega analista
Mayra Montero, con su habitual tino para captar la esencia de los issues y
desenmascarar a los figurones de nuestra vida oficial y cultural.
Mayra
llama “barbaridad” al intento perpetrado por el Senado de Puerto Rico para
perpetuar una política cultural más política que cultural, al exigir licencias
del Estado para legitimar escritores de todo género y demás productores de
cultura. No es nada menos que eso,
una barbaridad, y yo le añado estupidez, que disimula precisamente la ausencia
de cultura --- la actividad de creador intelectual, literario, artístico de
todo género que culmina en el raro producto que confiere calidad de belleza y armonía
a materiales de ordinario exentos de interés. Cuando se da el hecho, la creación cultural, en literatura,
artes plásticas, dibujo o música --- entre otras dimensiones de la creación que
supera la naturaleza y la trasciende --- se da una comunicación privilegiada
entre autores y consumidores del arte, con la cual el gobierno no tiene ni debe
tener nada que ver, excepto respaldarla como actividad, nunca incautarse de
ella para ganar créditos con escapularios ajenos.
Ya esta
barbaridad y estupidez se dio y fue derrotada en 1954-1955 cuando un grupo de
supuestos intelectuales que pululaban como alicates del gobernador Muñoz ---
todos desaparecidos hoy --- iniciaron una faena, una intriga política contra
Jaime Benítez y la nueva generación de entonces jóvenes que estábamos
transformando la Universidad de una tradicional institución limitada a las
materias tradicionales compartamentalizadas a una dinámica institución que
albergó a la inteligencia de primera fila exilada de las dictaduras de España y
América Latina, en busca de lo mejor que se había escrito, producido y pensado
en toda la configuración intelectual de Occidente. “Occidentalistas” nos llamaron, mientras intrigaban con
Muñoz contra Don Jaime. “Puertorriqueñistas”
se llamaban a sí mismos, con el insularismo y el aislamiento que corresponde a
la mediocridad y a la intriga política.
El
ataque a la Universidad iba directo a corromper su autonomía académica: qué se estudia, qué se enseña, por
quiénes, en qué gradación de niveles programáticos. Era tan masiva la intriga que convencieron a Muñoz en 1957 a
meter la pata hasta la cintura, y adoptar su imagen de caudillo
intolerante. Don Jaime y el grupo
de jóvenes profesores resistimos el ataque, y lo contestamos con ideas. Muñoz paralizó el ataque, retiró sus
tropas de alicates frustrados, y la Universidad prosperó, libre y autónoma,
hasta que otras fuerzas cavernarias --- representantes directos del PNP ---
destituyeron a Don Jaime en 1971, bajo la gobernación de Don Luis A. Ferré.
Hoy se
repite el intento de politización cultural, mediante el licenciamiento por el
Estado de quién es o no es escritor, artista, productor de cultura. ¿Para qué? Para que viajen o representen a otros escritores o
artistas. Eso es dirigismo
cultural, incompatible con la democracia liberal --- con la libertad cultural
en la que la cultura es del pueblo, no del gobierno. Es la comunidad la que reconoce, premia o ignora a los
agentes de la cultura. Lo otro es
dirigismo político --- siempre de partidos --- sobre la cultura. Es mucho más, es una compra de votos.
¡Barbaridad!
Desde un primer momento intuí como inoportuna e insensata, hasta totalitaria, la medida legislativa mencionada. Gracias a su artículo y al de la escritora Montero abono fundamento conceptual a mi noción. Sigan ambos por favor iluminando a la ciudadanía con su valentía y capacidad de poner "el dedo sobre la llaga" cuando es necesario.
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