jueves, 10 de mayo de 2012

Guaynabo City: Corruption Capital

Guaynabo ha aportado a nuestra historia --- además y antes de los guaynabitos --- por lo menos tres figuras respetables dentro aún de la lógica de las oposiciones políticas.

De mayor a menor, aquí nació Don Román Baldorioty de Castro, forjador de la conciencia  y de la identidad puertorriqueña.  De rectitud acrisolada, murió en la pobreza extrema, a tal punto que hubo que realizar una colecta entre amigos para sus gastos fúnebres.  Insobornable, estoico --- faro moral en las antípodas que ubican a Héctor O’Neill en la caciquería maltratante de todo el que no se le rinde a sus esquemas de corrupción.

Andando el tiempo, muy cerca de donde resido, se ubicó el gran político y mejor deportista, Don Rafael Martínez Nadal.  Actor, intelectual, insigne abogado, presidió con honor e integridad el Partido Republicano que formó parte de la Coalición de 1933 a 1941.  Con todo el poder político en sus manos, supo servir a la democracia y dio instrucciones para que no se obstaculizara la inscripción del nuevo Partido Popular Democrático, de 1938 al 1940.

Inteligencia, cultura, civismo compatible con el respeto a la oposición --- era una medalla cuyo reverso se llama Hector O’Neill .  Y para retratar la pérfida imagen de O’Neill no hay que ir tan lejos.  Hace apenas unos años otro alcalde de Guaynabo, Junior Cruz, tan político como el que más, no permitió que los humos del poder caciquista se le fueran a la cabeza.  Mantuvo muy buenas relaciones con el liderato popular.  Yo mismo, como Secretario de Educación, logré con él una relación cordial y respetuosa, dentro de las diferencias de intereses que representamos.

¡No hay que ser débil para ser decente!  Los humos del poder se disipan al chocar con la realidad y los derechos de los otros.

¿Cómo es posible que este alcalde mediocre, inculto, borracho de poder, pretenda destruir el proceso electoral al servicio de una pasión por un candidato?

¡Guaynabo City es un ridículo nacional!  Es un centro de arbitrariedades administrativas y de una dictadura ramplona.  Y no crea el País que la corrupción de O’Neill se queda en el fraude primarista.  Guaynabo es una ciudad muy rica, y O’Neill usa ese poder para perseguir a los pobres de las comunidades especiales y alcahuetear a las clases pudientes de la ciudad, construyéndoles proyectitos de muñeca para sus avenidas y accesos.

No crea el País que la corrupción de O’Neill se queda en el robo primarista.  El carácter y la integridad son de una sola pieza --- y sus opuestos también.  Quien roba primarias roba dinero público, sin inmutarse, porque la enfermedad del poder sin freno….… no tiene límites.

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