¡Palabra
de político! Digo yo --- que debiera ser valor absoluto, principal tesoro de
quien quiera que el pueblo le crea, contra toda evidencia de engaño, falsedad y
embaucamiento.
Quien es desleal en la palabra será desleal en la acción, y a
la vista está: “Sólo despediré a Aníbal
Acevedo Vilá” afirmó grandilocuentemente en la campaña del 2008. Luego despidió cruel e insensiblemente
a no menos de 30 mil padres y madres de familia. Ni él mismo sabe cuántos fueron, ni le importa. Él y doña Lucé Vela están bien, y sus amigotes mejor, y los
cadres del PNP no se diga. Se han repartido,
entre los tres grupos, el tesoro extraído al pueblo y los 7 mil millones de los
fondos ARRA del gobierno federal.
La
segunda gran deslealtad es al sistema democrático constitucional que había
guiado y desarrollado el moderno Puerto Rico, hasta Pedro Rosselló y su discípulo
aprovechado, Luis Fortuño. Las
instituciones --- judiciales, profesionales, cívicas y semi-públicas --- son
las formas estables, en continuidad y en objetividad mediante las cuales el
pueblo evita sufrir los efectos crudos, burdos, cínicos, del partidismo a la
Luis Fortuño. Las ha destruido
todas, a manos suyas y de sus politicastros legislativos. Esa es una traición de efectos
duraderos. Aún revocando todas las
leyes fascistas de Fortuño, tomará décadas recuperar el balance institucional
que servía a todos los ciudadanos sin acepción de partidos.
La
tercera deslealtad ha girado directamente contra el proceso democrático
mismo. El Tribunal Supremo de los
Estados Unidos ha dicho que el proceso de primarias es parte sustantiva del
proceso electoral. El fraude en
uno es fraude en el otro. La conducta permisiva, ajorando la prisa para que la Comisión
Estatal de Elecciones ignore o tape el fraude masivo dirigido por el alcalde
O’Neill de Guaynabo, demuestra su cobardía --- ¿palabra de hombre? --- ante la acción
más sagrada del credo democrático.
¡Pura deslealtad!
La
cuarta deslealtad de Luis Fortuño consiste en su prostitución del principio de la
justicia, justicia humana para con todos, pero especialmente para los más débiles
y vulnerables. Ni por el
vecindario de las orejas le pasa el concepto de la justicia social. ¡Esas son vainas de los populares y los
independentistas!, parece pensar.
Finalmente,
la deslealtad mayor, la más directa:
lucrarse él y su señora de
las acciones y decisiones suyas en el área económica y bancaria. El hace aprobar leyes, sobre préstamos
y concesiones, a los bancos, emite bonos que los bancos corretean y al otro
lado está doña Lucé lucrándose de la cosecha notarial que esos corretajes y
legislación especial para los bancos generaron. Esa deslealtad consiste entonces en negarle al País los
servicios honestos que su compromiso electoral y su responsabilidad moral
suponen.
El
conjunto de esas cinco deslealtades han destruido la fe pública en la democracia
y en el gobierno. Se trata de una
crisis sin precedentes en Puerto Rico.
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