Tranque,
precipicio, disloque deantesco en las economías y finanzas del Primer Mundo:
eso es lo que predicen los gurús del capitalismo a menos que Barack Obama no le
entregue la cabeza del Bautista a la frívola Herodías, esto es, a los multimillonarios
de la cúpula republicana americana mediante una amnistía contributiva que
entonces financiarían la clase media y pequeños negocios.
Todo
este dramón histérico del precipicio tiene en el fondo el Negrito del Caño: el
egoísmo y la voracidad insaciable de los ricos --- 2 % de los contribuyentes
--- quienes o le respetan sus privilegios o rompen la vellonera.
Todo
esto se discutió ante el pueblo americano hace un mes, y el veredicto fue
claro. El pueblo respaldó a
Obama. Pero los republicanos, de
allá y de acá, actúan como si el veredicto del pueblo no contara para
nada. Fíjese el lector que la
contribución que exige Obama para mantener la solidez y la seriedad del fisco
es sobre lo que le sobra a los negocios y las personas millonarios --- ingreso
neto --- después que las huestes contables y abogados terminen de sobar,
esconder, evitar la contribución que les toca. Se trata de una monstruosidad moral. Pero así son los republicanos, de allá
y de acá.
Si estuviéramos
hablando de Puerto Rico, la historia, si no es la misma, es paralela: la masiva evasión contributiva que ningún
Secretario de Hacienda, desde mi querido amigo y mentor Jorge Font Saldaña, se
ha atrevido a meterle mano. Porque
se trata de una clase intocable: médicos
y abogados que cobran en efectivo, comerciantes que “cocinan” los libros y
empresarios rodeados de contables y abogados para desfalcar al erario. A los de abajo, pobres y medianos no
profesionales, Hacienda los acosa, los amenaza, y les impone lo que le da la
real gana para lucir como rectos, cuando son cómplices por omisión.
El
pueblo de allá votó contra eso. Acá
también. Excepto que el IRS de allá es implacable. El de acá es turulato en su incompetencia y su justicia de
clase.
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