Puerto
Rico sufre, en los días que corren, cuatro tipos distintos de ataques, de
violencia institucional a manos de su supuesto “socio” protector, el gobierno
de los Estados Unidos. Ha sufrido
el ataque --- extenso --- de una agencia federal que supuestamente vela por la
integridad del ambiente, y que ha opinado que la contaminación de los terrenos
de Vieques y la proliferación del cáncer en su población no tienen nada que ver
con los ejercicios que por décadas realizó allí la Marina de los Estados Unidos,
con sus continuos e implacables bombardeos. La explicación de esa mentira de Estado es sencilla: es la venganza del imperio contra la osadía
del territorio que osa defender su paz y su salud contra el abuso del poder militar
de la metrópolis.
No debe
sorprender ese abuso. Lo que debe
sorprender, más bien, es la cobardía de nuestros gobernantes para articular una
protesta basada en los hechos, en la razón, y en la justicia.
En
segundo lugar, una oficina técnica del Congreso le ha propinado otra bofetada a
Puerto Rico, al sostener, sin empacho, que no se puede alterar la aplicación de
la ley de cabotaje a Puerto Rico porque ello perjudicaría a los intereses de
los Estados Unidos, su marina mercante, y sus sindicatos, por lo que la explotación
descarada de los intereses de Puerto Rico no es alterable. Esa es la realidad imperial y la
realidad territorial.
No
sorprende que el imperio succione sus posesiones. Para eso son.
Lo que sorprende es la actitud supina de nuestro gobierno, que en vez de
la protesta viril, de los posibles estudios que refuten a GAO, empieza por
justificar la agresión en términos de que “eso es lo que trajo el barco”, como
más o menos ha racionalizado el flamante portavoz de relaciones federales el PPD,
José Alfredo Hernández Mayoral, y la Fortaleza misma. La entrega en vez de la brega. La toalla en lugar de la palabra altiva.
En
tercer lugar, en paga a toda la procesión de políticos del PPD que en busca de cámara
marcharon --- allá y acá – detrás de Obama , ahora las agencias federales de
Obama patean al Estado Libre Asociado y sus incondicionales personeros, y no
mueve un dedo a favor de Puerto Rico, porque para merecer respeto hay que darse
a respetar. ¿Usted sabe lo que es,
frente a la patada en el trasero que la GAO le ha dado a Puerto Rico, que
aparezcan los supuestos líderes de Puerto Rico aclamando la bofetada como un
primer paso en el gran triunfo contra el cabotaje americano?
Finalmente,
el espectáculo suplicante del gobernador para que el genio policíaco de Héctor
Pesquera no lo abandone, realmente rompe los récords del incondicionalismo ante
los sátrapas federales. Eso
constituye un insulto contra todos los policías de Puerto Rico. Es el último capítulo de la postración
del gobernador ante Su Majestad Héctor Pesquera. ¡A como él diga! ¿Fue por eso que votamos?
Puerto
Rico esta sufriendo al presente dos tipos de violencia, una política externa
--- la federal --- y la otra interna, la social. Con la federal nuestros gobernantes no se atreven, la social
no la entienden.
Ciertamente
“el Coronel no tiene quien le escriba”, como decía García Márquez. ¡O, como escribí hace unos días, “there
is nobody home”!
¿Debe renunciar Miguel Muñoz?
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