martes, 28 de febrero de 2012

Ideología totalitaria o programa de pueblo...

Inicio hoy, para de vez en cuando, un diálogo con los ciudadanos libres, racionales, de criterio independiente, cuyo número puede hacer una diferencia en el rumbo peligroso que va tomando nuestro país.

Se trata de comunicar opiniones, educadas y responsables, sobre ese rumbo.  Quiero hablarle al pueblo sano, de todas las capas sociales, que sufre y espera por una salida del túnel tenebroso en que lo ha sumido el régimen fascista de Luis Fortuño y su comparsa de riquitos beneficiados.

La premisa básica de mi enfoque arranca del concepto de que la lucha y las campañas políticas en una democracia funcional y honesta tienen que basarse en programas de acción gubernamental dirigidos a resolver los problemas y necesidades del pueblo, de todo el pueblo.  No pueden basarse en ideologías huecas, quimeras derivadas de supuestos ideales – los status perfectos—que por su naturaleza escapan a las posibilidades de la acción gubernamental en periodos de cuatro años, que son el límite autorizado por la Constitución y el pueblo en las urnas.  Las ideologías son eternas y no se resuelven en las elecciones.  Sirven de mamparas para esconder deficiencias en la gestión de los gobernantes.

Claro está, en el caso de Luis Fortuño la ideología se presenta como programa: de esa manera se mezcla el status – ideología – con las elecciones, robándole al pueblo la oportunidad de evaluar al gobernante en sus méritos o deméritos, al escudarse detrás de la ideología fantasiosa de la estadidad. 

Fortuño postula, como la derecha lunática norteamericana, que el gobierno es el problema.  La democracia, por el contrario, supone que el gobierno efectivo, honesto y competente, es el principal recurso del pueblo para resolver sus problemas – para el bien común, no para el bien de grupitos acaudalados.

Fortuño desmantela el gobierno, destruye sus instituciones – Colegio de Abogados, Universidad, Tribunal Supremo, AEELA, Comunidades Especiales, Fideicomiso del Caño – y se las entrega al Partido Nuevo Progresista, mientras transfiere los fondos públicos, para el servicio del pueblo, de todo el pueblo, a contratistas privados abonados de su oligarquía.

Mientras tanto, Luis Fortuño, es insaciable para su acaparamiento del poder, como Hugo Chávez, Fidel Castro, Daniel Ortega y Rafael Correa, porque los extremos se juntan en la gula del poder.

El último ejemplo, mal ejemplo, de esa gula partidista de Luis Fortuño, lo constituye el operativo político  manejado desde Fortaleza, en que el Secretario de Justicia --¡pobre diablo! – la Procuradora de la Mujer y la Secretaria de la Familia ofrecen un espectáculo de ensañamiento contra un líder de la oposición por el cual se sienten amenazados en la contienda electoral: ¡Hay que destruirlo! Esa es la fea cara del fascismo, máscara de la carita lindora de Luis Fortuño.

En el caso Maravilla, de 1978, Carlos Romero montó un operativo igual con sus Secretarios de Justicia, varios que salieron trasquilados en las cortes y en la opinión pública, incluyendo desaforos de varios fiscales y desenmascaramiento de varios senadores:  Nicolás Nogueras, Orestes Ramos y Efraín Santiago. 

Si los gobernadores proto-fascistas no aprenden, el pueblo debe aprender a juzgar a los mercaderes del poder partidista absoluto.