martes, 8 de septiembre de 2015

Los “Padres” de la Patria Puertorriqueña: Muñoz Rivera, Muñoz Marín y Rafael Hernández Colón


La patria que tenemos, la única, al margen de las fiebres ideológicas de sus fracasados redentores, es producto de tres capítulos diferentes de protagonismo político.  El primero, el de Muñoz Rivera, que le arrebató la autonomía al despotismo español, a fuerza de verbo, voluntad y entereza patriótica.  El segundo, el de su vástago Luis Muñoz Marín, que llevó el credo autonomista hasta la expresión electoral de nuestro pueblo, el consentimiento del Congreso y la anuencia de las Naciones Unidas para con el Estado Libre Asociado, y el desarrollo económico necesario para darle contenido al nuevo status político.  Que los Estados Unidos hayan traicionado esa ejecutoria es muy otra cosa.  Esa fue la experiencia de Rafael Hernández Colón como gobernador del ELA, experiencia que lo traumatizó hasta secarle las fuentes de la voluntad y altivez política, que tanto ejemplificaron Muñoz Rivera y Muñoz Marín.

Como “padre” de la nueva patria del ELA, Rafael Hernández Colón ha abrazado el colonialismo de una manera vergonzante.  Ni voluntad, ni coraje, ni realismo político para ver la irresponsabilidad de los Estados Unidos en y para con Puerto Rico, más allá de unos dineros para aliviar la pobreza, con los cuales han comprado el silencio consentidor del actual liderato del PPD, desde que Rafael Hernández Colón lo administra, por cobardía suya y de sus sucesores.

¿Balance?  La Patria como autonomía, gracias a Luis Muñoz Rivera; la Patria como Estado Libre asociado, con Luis Muñoz Marín; y luego, como colofón de nuestra tragedia histórica, la Patria como colonia consentida de Rafael Hernández Colón y su familia.

¡Todos Somos Refugiados!


La Segunda Guerra Mundial se peleó a nombre de la humanidad, para ponerla a salvo del salvajismo nazi, aunque a su culminación cayera víctima del salvajismo estalinista.  Contra eso también luchó la humanidad civilizada de Europa y América.  El lema de esa lucha de la civilización contra la barbarie se hizo a nombre de la democracia, que entrañaba la libertad personal y justicia social.  Todo ello implicó una era de relativa paz y prosperidad, de 1945 al 2000 --- desde Franklin D. Roosevelt hasta concluir la encomienda de Bill Clinton.

Después llegaron los sarracenos, de George Bush y la invasión de Irak hasta la barbarie que fue su producto:  el genocidio como política oficial del espurio estado islámico, ISIS y compañía.

Hoy el Cercano Oriente, desbaratadas sus instituciones tradicionales, sus economías y sus estructuras de mando, lanzan sobre Europa y América su humanidad paupérrima en cientos de miles.  La primera reacción de Europa --- liderada por Alemania --- fue de rechazo, luego cabezas más frías entre su liderato han abierto las puertas a docenas de miles de esos refugiados.  Porque, de otra manera, ¿no recuerdan los alemanes el espectáculo masivo de los “displaced persons”, principalmente alemanes, rodando por Europa en busca de comida y alojamiento?  En Estados Unidos --- más allá de los Trumps de la vida --- a nadie se le escapa el simbolismo de la Estatua de la Libertad.  El planteo de la tragedia a ambos continentes no puede ser más dramático y retante.  Pues, después de todo, todos somos refugiados y emigrantes, a partir de África y el Mediano Oriente, origen genealógico de todos nosotros, como atestigua la paleontología, que es la ciencia de las cosas viejas.  Si somos intelectual y moralmente honestos sabemos que todos somos refugiados y emigrantes, desde la prehistórica África e Irak hasta los refugiados que hoy tocan a las puertas de Europa y América para por lo menos vivir.