martes, 13 de septiembre de 2016

La Palabra en la Vida y en la Política

Le escuché decir a un político demócrata de California que “la palabra es el capital, la moneda política del ente público”.  Un político sin palabra --- ya porque sea mudo o sea embustero --- en un charlatán, despreciable por jurar y  representar en vano.

La lógica de la comunicación entre político y pueblo se desenvuelve en términos de programas y promesas.  Bien conocidos son los mamotretos de embustes y simulaciones que cada cuatro años se blanden como teorías de salvación patriótica para consumo de un electorado incauto, ignorante y crédulo --- que quiere creer pero que carece de las destrezas para juzgar y diferenciar entre buscones y chácharas políticos, por un lado, y personas y candidatos serios, de palabra decimos, por el otro.

Les decía en el escrito de anoche que la única guía que tenemos para juzgar a los hombres y mujeres serios que ofrecen sus servicios y reclaman el voto del pueblo es su pasado, sus ejecutorias tras promesas comparables.  Eso es lo que diferenciarán, antes y después de las elecciones, los tusas de los hombre y mujeres que sinceramente quieren servirle al País desde el gobierno.  John Adams, el segundo Presidente norteamericano, nos lo dejó dicho cuando definió al servidor público patriota como aquel que considera la felicidad pública como su felicidad privada.  Los ha habido y los hay, y los habrán en el futuro, pero hay que discernirlos como el sabio Diógenes discernía al hombre justo, con una lámpara encendida en  pleno mediodía.

Quiero aplicar hoy esos principios de juicio político a la presente expresión programática del PPD sobre el asunto grave de la salud pública en nuestro País.  Desde que Pedro Rosselló destruyó el sistema público de salud en Puerto Rico, que para 1992 costaba  menos de 800 millones al erario y le ofrecía servicios de salud a todo el País que lo solicitara, el PPD ha estado criticando a los gobernadores PNP por aquella entrega de la salud a los buitres de las aseguradoras privadas --- la salud, la vida humana como negocio, con fines exclusivos de lucro --- y luego al llegar al poder -- tres veces --- han hecho exactamente lo mismo.  Gran parte de su más conspicuo liderato, dígase Rafael Hernández Colón, Roberto Prats, los hermanos del Gobernador García Padilla --- el gran Jerry y el adaptable Tony --- están empeñados en el lucro suyo y el de las aseguradoras.

Lamentablemente, lo que ha expresado el dirigente y la curia corporativa del PPD sobre programa de salud perpetúa el atraco de los dineros públicos para saciar el afrentamiento económico de las aseguradoras, que por un lado de la boca el PPD condena y por el otro abraza.

¿Qué significa todo esto?  Por un lado, que se traiciona el tesoro de la palabra, en aras del mejor postor económico para el Partido, y por el otro se abandona la gran oportunidad de marcar una diferencia definitoria del nuevo PPD, si es que es nuevo.
Está a tiempo David Bernier para corregir esa inercia.

lunes, 12 de septiembre de 2016

El Juramento de Rickie y Jenniffer

¿Juramento? ¿Compromiso? ¿Promesa?  Da lo mismo.  Porque partiendo de la certeza científica de que la clave del futuro está en las actuaciones del pasado, la inferencia resulta implacable:  Rickie y Jenniffer harán en el futuro lo que han hecho en el pasado: jurar, mentir, traicionar sus previos juramentos.

Porque, piense el lector: cuando se jura un cargo público se asume el cumplimiento de un contrato, ¿qué es lo que se jura?  Que no se mentirá, que no se robarán los fondos públicos, que no se utilizarán esos fondos para sus alcahuetes partidistas.  A la luz de ese juramento literal o implícito, ¿cuál es el record del liderato PNP, 1993 al 2001(Pedro Rosselló) y 2009 al 2013 (Luis Fortuño).  Corrupción: literal, directa, descarada.  ¿Qué vale, con esa herencia, el juramento de Rickie y Jenniffer?  ¿No será ese renacimiento del agua y del espiritu el mismo que Pedro y sus 40 ladrones le regalaron al País?

Ese es el record que sirve de trasfondo a sus nuevos juramentos.  Con ese record, por ahí andan los contratistas PNP --- los Leo Díaz, Carlos Pesquera, Edwin Mundo, Jorge de Castro Font y Aníbal Vega Borges --- dando cátedra de honestidad y moral.

El juramento que el viejo Hipócrates legó a la clase médica que heredó su arte fue el de “no hacer daño” sobre todo “no hacer daño”.

La fresquería y el cinismo político no tienen límites en el PNP.  En el PPD por lo menos se ha comenzado la cauterización del cáncer de la corrupción.  En el PNP “los mismos” prometen no robar más.  ¿Cuál es más creíble?

El juramento de Rickie y Jenniffer me recuerdan los dichos de la calle:  “Te conozco, bacalao, aunque vengas disfrazao”, o el otro, “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.

O como decía mi vieja:  ¿De cuando acá Periquita con guantes?

domingo, 11 de septiembre de 2016

Partidos, Programas y Diferencias

La vida intelectual, y por ello lo que tiene la política de lucha de ideas, se constituyen en base de distinciones, diferencias y relaciones múltiples entre objetos de reflexión.

Los lideratos, las ideas mismas, los programas alternativos --- cuando son tales --- apelan a maneras distintas y a diferentes reclamos de validez.

Lo anterior significa que no sólo el liderato tiene que articular claramente esas diferencias, sino que el pueblo elector tiene que tener la capacidad y la voluntad --- la inteligencia y la memoria, por ejemplo --- para evaluar y optar responsablemente por la opción que ante su inteligencia y su memoria responde a sus aspiraciones y necesidades.

Esta semana y la anterior se viene ventilando ante el País el curso serio, valiente y rigoroso políticamente asumido por David Bernier como nuevo líder del PPD.  Frente a un PNP que glorifica su pasado corrupto --- Pedro Rosselló y Luis Fortuño de cabecillas habilitadores de la ratería oficial --- el PPD ha optado por la depuración, no importa a quien se lleve de frente, a las cortes, a las prisiones o al merecido olvido.

Para cumplimentar ese programa radical y valiente de saneamiento, el PPD tiene que hacer, como punto de partida, una clara y válida distinción entre el que solicita contribuciones legales --- porque el sistema está basado en esa nefasta práctica --- y el que está en posición de comprar esos donativos a cambio de decisiones y dineros públicos:  la donación legal de buena fe contra el “esto por aquello” de los funcionarios corruptos.

Pero más y por encima de esa distinción jurídica y ética, el PPD necesita marcar diferencias de liderato:  madurez personal, experiencia administrativa, actitudes verticales sobre asuntos espinosos --- como lo está haciendo David Bernier --- a riesgo de incomprensión, además de la charlatanería del otro partido, veterano como es de la más horrenda corrupción en nuestra historia. ¡Y como si con ellos no fuera!

Su candidato a gobernador se estrenó en Puerto Rico con un contrato corrupto que los ejecutivos del PNP del Recinto de Ciencias Médicas le regalaron al poner pie en Puerto Rico, y luego la Universidad --- en manos del PNP --- le regaló la publicación de un panfleto político por encima de los derechos y turnos de académicos serios que fueron postergados para publicar el panfleto del nene de papá.  Eso es el PNP.  Eso es Ricardo Rosselló.  Eso fue su padre.

¿Diferencias?  ¿Distinciones?  Están a granel.  El problema es si la masa de pueblo que vota tendrá la memoria, la inteligencia práctica, y las actitudes de seriedad al emitir su voto, o si los colorines y la fabricación publicitaria le pueden cambiar las inevitables percepciones de su experiencia.

¿Podrá el pueblo distinguir, diferenciar, recordar lo que vivió de 1992 al 2004?  Y si recuerda, ¿tendrá inteligencia para castigar y optar por la esperanza bien fundada que representa David Bernier?

jueves, 8 de septiembre de 2016

David Bernier Gobernador: Una Esperanza Bien Fundada

Cuando en los pueblos se organiza la política en forma democrática, y cuando esa realidad política  deprime por su superficialidad o corrupción, los electores muchas veces se resignan a optar por el menos malo, ya que a pesar de las apariencias superficiales siempre hay un partido, o un líder, que resulta menos malo a la luz de sus conductas o definiciones del porvenir.

Esa es una realidad y condición políticas muchas veces repetida veces repetidas en las sociedades que tienen la opción de optar libremente por uno de los futuros que se ventilan ante su atención.  Pero se trata siempre, en esos casos, de una opción desesperada.

Esa era la condición de nuestro pueblo, políticamente hablando, hasta hace unos meses, hasta que apareció como opción real para el máximo mando gubernativo la figura joven, fresca y renovadora del doctor David Bernier para recoger y recomponer los pedazos de nuestra crisis política, económica y social hacia una reconfiguración correctiva de la corrupción rampante en ambos partidos principales, mediante una depuración de actitudes y conductas destructivas de nuestra urdimbre social, en marcha atrás hacia el cinismo político y depredación económica pre-1940.

Bernier ha comenzado donde la realidad objetiva lo ha obligado a comenzar: guerra a la corrupción, la del pasado que le es consustancial al PNP y que ha infectado como Sida político al PPD --- desde Rafael Hernández Colón y su extensa familia hasta Alejandro García Padilla  y la suya.

Las infecciones políticas, como las otras, mientras mas purulentas más fáciles son de curar:  sólo requieren carácter, inteligencia, valor moral, y un profundo amor al pueblo pobre y mediano, los que más necesitan un gobierno sano, limpio y competente.  Y David Bernier tiene la experiencia de vida y de administración pública que la gobernación demanda.

A la luz de esa deprimente realidad política puertorriqueña, de su anonimia --- confusión de valores ---, y a la luz del historial personal del doctor Bernier, su patriótica decisión de fundir su vida en la nueva, empinada jalda, constituye una esperanza bien fundada, la única creíble y plausible en este momento.  Lo demás es regodearse en la noria corrupta del pasado --- una nueva edición del rossellismo corrupto --- y esperar que otro lo haga.  No hay alternativa, David Bernier es él y es el otro.  El otro “otro” es un buscón, impreparado y goloso para lo que le enseñó su padre.  Ni él ni su partido son reformables. Sabemos a lo que viene.

La alternativa Bernier-Rosselló pondrá a prueba la inteligencia y la memoria del elector puertorriqueño.