A raíz de haberse definido el pueblo de Puerto Rico como un pueblo autonomista, enfrentado al absolutismo español crónico, mediante la fundación del Partido Autonomista Puertorriqueño en 1887, bajo el liderato moral de Don Román Baldorioty de Castro y el liderato político del joven Luis Muñoz Rivera, la oligarquía monárquica española respondió de la única manera que sabia hacerlo: la represión, el Componte, que significaba violencia física y moral contra el liderato puertorriqueño: la humillación moral y la tortura física.
Un doctor puertorriqueño, de apellido Franceschi, surco sólo el Atlántico para informar al gobierno español de la vergüenza que asumía mediante aquellas represiones. Todavía me resuena en la memoria la copla que mis mayores en la familia entonaban sobre aquella gesta de navegante solitario: “… cruzó el Atlántico, desafiando el mar… doctor Franceschi lo supo conquistar. Es un valiente como Lindberg y otros más”. Aquella gesta produjo la destitución del verdugo: el Gobernador, Capitán General, Romualdo Palacios, autor de la fechoría represiva del Componte.
A los 129 años de aquella infamia, el gobierno de los Estados Unidos agrede a Puerto Rico con la destrucción de su status constitucional, para sustituirlo con una Junta que sirva --- no al pueblo de Puerto Rico --- a los bonistas especuladores de su capitalismo.
Existe una dramática diferencia entre aquel Componte y este. Porque para fines del siglo 19 existió una generación de patriarcas en Puerto Rico que impugnaron aquel absolutismo irracional de la Corona Española, y produjeron para Puerto Rico un régimen decente de autonomía política. ¡Que es lo que ha faltado hoy!
La docilidad del carácter puertorriqueño de la que habló y escribió René Marqués se ha hecho patente, de manera bochornosa.
Frente a lo que urde el Congreso Imperial y el Presidente falsete con respecto a Puerto Rico, el silencio y la postración de nuestro liderato nos avergüenza a todos. No hay legislatura que pronuncie un detente, no hay un Gobernador que repudie las nuevas cadenas imperiales.
Los errores que han producido esta crisis fiscal no se discuten, pero el insulto moral que el País y la sociedad están dispuestos a tolerar representan una vergüenza moral que ninguna apariencia de poder puede legitimar.
Hemos regresado al 1900 --- a un gobierno imperial descarnado, con la aparente anuencia de los representantes “democráticos” de nuestro pobre pueblo.
Aunque usted no lo menciona especificamente, interpreto que su critica va dirigida no solo a la posibilidad de una Junta Fiscal capaz de dejar a un lado los poderes de nuestros principales oficiales electos, sino a la mera consideracion de mecanismo tal. Es reconfortante saber que un intelectual de su calibre este entre las aparentes minorias que se oponen a esta medida.
ResponderEliminarMuy agradecida por Su regreso a su blog. Lo esperaba con ansias.