A la
hora que escribo estas líneas, el Gobernador no ha
decidido qué hacer con el proyecto que le sometió a la Asamblea Legislativa
sobre el impuesto al petróleo. La tensión
y la expectativa crecen. ¿Firmará
o no firmará el proyecto para convertirlo en ley? Opino que se trata de una falsa expectación: no tiene más remedio que firmarlo. Sobre la marcha, mañana o pasado, lo
que se dicen sus defectos o limitaciones, tales como limitar al 8.5 por ciento
el costo de los bonos, o la prohibición de un ajuste anual por el costo de
vida, se irán corrigiendo conforme los hechos, en el tablero real de la
negociación con los buitres de Wall Street, según vayan confirmando las limitaciones
legisladas. Actuar a priori, a
nombre de los peores escenarios, no es prudente, especialmente porque existen
razones de peso --- y de pesos --- para sostener cualquiera de las dos
alternativas.
Después
de la guerra entre el Gobernador y la Legislatura sobre la necesidad y la forma
que debió presidir el proceso y el proyecto, se impone el criterio prudente de
trabajar sobre lo hecho y no insistir en actitudes de todo o nada.
Lo
anterior no significa que el proyecto aprobado por la Legislatura sea perfecto,
ni que la posición y el método del Gobernador hayan sido los más sabios o
prudentes, como no lo ha sido tampoco la actitud ácida de varios senadores ante
la propuesta del Gobernador. Lo
que estoy diciendo es que después de la lucha amarga, desmoralizadora que culminó
en la aprobación del proyecto, el Gobernador no puede aferrarse a lo perfecto
para rechazar lo bueno.
Que las
dos enmiendas incluidas en el proyecto --- el rechazo del ajuste inflacionario
al impuesto y la limitación a que deban negociarse los bonos --- puede
achacársele que con el tiempo limitarían el monto real del impuesto, por un
lado, y por el otro limita el poder de negociación del Estado, cuando sabemos
que se trata de un mercado fluctuante.
Esa es la liga en que estamos jugando. Pero por el otro lado, la Legislatura popular está harta de
la manipulación de los intereses a gusto y gana de los buitres del mercado de
bonos.
En el
fondo, se trata de un asunto espinoso --- un palo sucio por las dos puntas ---
pero la Legislatura no puede administrar, ni el Gobernador actuar a base de lo
que la parezca a los especuladores.
Mientras
tanto, hay que mantener la relación cordial y racional entre el Gobernador y la
Legislatura. Eso se logra firmando
el proyecto, convertirlo en ley, y hacer consciente a la Legislatura de sus
limitaciones. Sólo eso crearía las
condiciones de diálogo para corregirlo.
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