En los
70 años que llevo estudiando y practicando el arte de la política --- la política
como propuesta de acción pública mediante partidos, esto es, conjunto de
ciudadanos agregados en torno a un programa colectivo --- colectivo en sus
agentes y sus instrumentos de acción, no había yo observado una falsificación
más patente y destructiva como la que hoy exhibe el Partido Popular Democrático
en la Legislatura y una que otra alcaldía.
Un
partido político es un colectivo, que resulta de la agregación de voluntades
hacia una postura común hacia el Bien Común de la comunidad política a que
supuestamente sirve.
La
conducta destructiva de por lo menos una docena de legisladores populares,
tanto en la Cámara como en el Senado, con respecto al cuadro fiscal y
financiero del Estado, representa una negación de su función y responsabilidad
como políticos, a favor de un exhibicionismo individualista que le da la
espalda a sus responsabilidades políticas, en la teoría y en la práctica de la
democracia.
¿Cómo
se explica la conducta de este puñado de legisladores --- electos bajo la
insignia del Partido Popular y elegidos sólo gracias a ese hecho --- cuando
repudian a su Gobernador, el de su partido y el del pueblo todo, en aras de unas
pequeñas teorías y unas grandes ignorancias del cuadro fiscal y financiero del
gobierno, mirando demagógicamente
a las gradas en busca de prospectivos votos, aunque el País se hunde?
Es
enteramente posible que estos legisladores estén convencidos en sus conciencias
de que la legislación que objetan e intentan desnaturalizar no convenga al
pueblo. En ese caso, en actitud de
consistencia con sus conciencias deberían entregar sus escaños a favor de otros
que puedan responderle al pueblo y al Ejecutivo con sus actuaciones de partido,
no de individualismo místico y romántico.
En la Cámara
esa posición olímpica se redujo a un voto de clara naturaleza ideológica incompatible
con la responsabilidad del partido y del gobierno de ese partido, que
masivamente representa, en la teoría y en la práctica, al pueblo de Puerto
Rico.
La
conducta política propiamente dicha es la conducta desde y para la “polis”, la
comunidad política como un todo.
No es el escenario propio --- como negación de la responsabilidad política
--- para preciosismos personalistas, individualistas, de “después de mí, el
diluvio”.
En la
vida política honesta hay que sacrificar a veces los pruritos personales --- la
pureza cautiva --- en aras de consensos mayoritarios que hacen posible la acción
colectiva. Porque la vida política
no es el ámbito de lo absoluto, o de las certezas totales. Porque los juicios políticos son
inexactos, variables, válidos no en absoluto sino en su mayor parte. Eso diferencia la política --- la práctica
--- de la teoría y la verdad completa.
Lo contrario es pura arrogancia, o agendas políticas contrarias e
inconfesables.
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