Frente
a la ingente crisis fiscal por la que atraviesa el gobierno de Alejandro García
Padilla, sorprenden los estilos en boga por parte de los legisladores del
Partido Popular, incluyendo al Gobernador. Media docena de senadores y de representantes inundan los
medios para repetir tonterías, incertidumbres y protagonismos, como si la
imagen en prensa y televisión pudiera sustituir razonamientos sólidos y data
objetiva disponible a la opinión publica.
El asunto es hablar, aparecer, fungir de liderato, que en realidad se
reduce a voces huecas y sonsonetes irritantes.
Unos
pocos legisladores, tales como Ángel Rosa y Aníbal José Torres en el Senado ---
aunque no son los únicos ---, y Jesús Santa en la Cámara, dan la cara por el
coro torpe y ensordecedor que funge que sabe, que está en el ajo de la cosa, y que
diz que orientan en forma sencilla y directa sobre dónde estamos y cómo andamos
para salir del pantano fiscal y administrativo que padecemos como País.
Al
Gobernador parece que le comieron la lengua los ratones: no informa, no
explica, no educa. Al conjuro de
su hermano mayor, Antonio García Padilla --- el Rasputín de Palacio, el
Rodríguez Pujada de esta administración ---, parece pensar que calladito se ve
más bonito. Ese es el método que
el hermano utilizó en la Universidad, presidiendo un régimen de “dolce vita”, de mangoneo y favoritismos que dejaron la Universidad desmoralizada y
personificada en el Presidente.
Excepto que el pueblo no lo eligió a él para gobernar, sino al otro.
Detrás
de ambos está Marisara Pont, la insumergible que recomienda las campañas de
publicidad y después se lucra con ellas.
Mientras tanto, el pueblo popular a secas, esperando que ocurra un
milagro y que el gobierno popular represente en algo al Partido Popular que una
vez fue: el de Muñoz, Sánchez
Vilella, el doctor Fernós, Ernesto Ramos Antonini, entre muchos otros.
¿En qué
consiste el diferendo político, moral y administrativo entre aquellos y
estos? En que aquellos miraban en
la cara los problemas, los analizaban, los articulaban, y se enfrentaban a
ellos con voluntad, liderato y didáctica pública, con el “demonio de la
explicación”.
El
mangoneo cotidiano con los serios problemas del País --- el bla, bla, bla para
las gradas --- ofusca, encubre, y transmite incompetencia y cinismo. De esa forma no hay manera que el
pueblo entienda, como condición de respaldar. Quizás eso es todo lo que pueden hacer, porque ellos tampoco
entienden la naturaleza y la gravedad de la crisis. Están jugando a ser políticos, a la política sin responsabilidad.