Las elecciones más honestas que se han celebrado en Puerto Rico fueron las de 1940. Y las más decisivas para el bienestar del pueblo: voto limpio, por primera vez, justicia social y honestidad gubernamental. ¿Mediante qué procesos, mecanismos o métodos se realizaron? Mediante lo que podemos llamar “la real presencia” del pueblo en los colegios electorales, entonces cerrados desde la hora convenida y con la representación de los partidos.
Setenta y seis años después el gobierno de Puerto Rico, como si no tuviera más nada en que gastar el dinero del pueblo --- como si no sufriera la peor crisis fiscal de su historia --- se ha empeñado en gastar los millones que no tiene en un sistema de escrutinio electrónico que no le añade transparencia al proceso: le añade incertidumbre, costos, y sólo atiende la manía de la prisa la noche de las elecciones.
Se trata de lo que mi vieja llamaba “una vanura”, el brillo tonto de lo electrónico frente a lo humano, como si a fin de cuentas no fuéramos los humanos los que tenemos que evaluar el producto de las máquinas.
Constituye un crimen moral desperdiciar millones que no existen para extender contratos a los “usual suspects” del robo legal que arropa toda nuestra vida pública. ¡Es una vanura! ¡Vanidad de vanidades! dijo el Eclesiastés.
Ahora bien, mientras la Legislatura y el Gobernador se entretienen con el juguete electrónico y su alucinante escrutinio, el País clama por un escrutinio ético de la clase política, atollada en la ciénaga y los contratos de embuste y las subastas amañadas. Se trata de postemas. El País necesita posturas.
Del Partido Nuevo Progresista --- un doble embuste en su nombre mismo --- no hay que esperar nada. El exfiscal Gil Bonar lo bautizó para la historia: su nombre es Corrupción. Pero la pregunta se cae de la mata: ¿Por dónde anda el Partido Popular? ¡Ni huele ni hiede! En vez de estar defendiendo y malgastando dinero en el escrutinio electrónico, debiera estar lidereando un escrutinio ético, de sí mismo y de la vida oficial del País, desde el gobierno central hasta los municipios. ¿Existe ese Partido como instrumento dinámico, activo, en defensa del pueblo contra tanto tramposo que saquea la sustancia de su trabajo y su esperanza?
Los contratistas tunantes de los dos partidos seguramente entonan, en silencio zafio, la expresión poética de Pablo Neruda: ¡Me gustas cuando callas, porque estás como ausente!