Le escuché decir a un político demócrata de California que “la palabra es el capital, la moneda política del ente público”. Un político sin palabra --- ya porque sea mudo o sea embustero --- en un charlatán, despreciable por jurar y representar en vano.
La lógica de la comunicación entre político y pueblo se desenvuelve en términos de programas y promesas. Bien conocidos son los mamotretos de embustes y simulaciones que cada cuatro años se blanden como teorías de salvación patriótica para consumo de un electorado incauto, ignorante y crédulo --- que quiere creer pero que carece de las destrezas para juzgar y diferenciar entre buscones y chácharas políticos, por un lado, y personas y candidatos serios, de palabra decimos, por el otro.
Les decía en el escrito de anoche que la única guía que tenemos para juzgar a los hombres y mujeres serios que ofrecen sus servicios y reclaman el voto del pueblo es su pasado, sus ejecutorias tras promesas comparables. Eso es lo que diferenciarán, antes y después de las elecciones, los tusas de los hombre y mujeres que sinceramente quieren servirle al País desde el gobierno. John Adams, el segundo Presidente norteamericano, nos lo dejó dicho cuando definió al servidor público patriota como aquel que considera la felicidad pública como su felicidad privada. Los ha habido y los hay, y los habrán en el futuro, pero hay que discernirlos como el sabio Diógenes discernía al hombre justo, con una lámpara encendida en pleno mediodía.
Quiero aplicar hoy esos principios de juicio político a la presente expresión programática del PPD sobre el asunto grave de la salud pública en nuestro País. Desde que Pedro Rosselló destruyó el sistema público de salud en Puerto Rico, que para 1992 costaba menos de 800 millones al erario y le ofrecía servicios de salud a todo el País que lo solicitara, el PPD ha estado criticando a los gobernadores PNP por aquella entrega de la salud a los buitres de las aseguradoras privadas --- la salud, la vida humana como negocio, con fines exclusivos de lucro --- y luego al llegar al poder -- tres veces --- han hecho exactamente lo mismo. Gran parte de su más conspicuo liderato, dígase Rafael Hernández Colón, Roberto Prats, los hermanos del Gobernador García Padilla --- el gran Jerry y el adaptable Tony --- están empeñados en el lucro suyo y el de las aseguradoras.
Lamentablemente, lo que ha expresado el dirigente y la curia corporativa del PPD sobre programa de salud perpetúa el atraco de los dineros públicos para saciar el afrentamiento económico de las aseguradoras, que por un lado de la boca el PPD condena y por el otro abraza.
¿Qué significa todo esto? Por un lado, que se traiciona el tesoro de la palabra, en aras del mejor postor económico para el Partido, y por el otro se abandona la gran oportunidad de marcar una diferencia definitoria del nuevo PPD, si es que es nuevo.
Está a tiempo David Bernier para corregir esa inercia.