A principios del siglo pasado el filósofo inglés G.E.Moore acuñó un aforismo tan sencillo como profundo: “Cada cosa es lo que es, y no otra cosa”. Su significado universal intuitivamente correcto, nos obliga a separar la paja y la broza del teatro político para dar con la verdadera realidad que la publicidad y la cháchara partidista esconden, mientras dicen educar al pueblo.
Quien se asome bien prevenido al espectáculo que se da en la polis norteamericana y en el fondo y la actualidad de la polis puertorriqueña tiene que concluir que se trata de dos oligarquías, una grande y una chiquita, desde sus fundaciones como entidades civiles organizadas, siglo 16 para el Puerto Rico español y siglo 18 para la república de Washington y Jefferson y los Adams de los Estados Unidos.
La oligarquía es el gobierno de todos por los pocos ricos. La democracia, el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo es “el sueño de una noche de verano”. Aclarado eso, vamos a la terca realidad. La oligarquía americana que hoy timonea Donald Trump es un asco, una vergüenza nacional, un bochorno internacional, en que esa oligarquía --- como decimos en el campo --- ha salido desnuda a la sala.
Ahora bien, esa es la oligarquía grande, la imperial. Vamos a la oligarquía chiquita, la nuestra. Un pequeño Trump, mini-oligarca , dice que va a hacer esto y aquello, y lo otro, sin la preparación necesaria, sin dinero público disponible porque la oligarquía grande lo asfixia con su PROMESA, y no existe en el gobernante de la oligarquía chiquita la dignidad ni la entereza de un David contra el Goliat opresor.
Porque “cada cosa es lo que es, y no otra cosa”.
Nuestra crisis oligárquica es más grave que la norteamericana. Porque allá la sociedad es más fuerte que el Estado, más plural, más diversa, más resistente. La oligarquía chiquita nuestra --- como Estado --- es mucho más aplastante que lo que es allá. Nuestra sociedad es ademas de dócil, colonizada, frágil: todavía pensamos que si dejamos de mirarnos el ombligo y miramos al horizonte posible, nos coge el holandés.