martes, 21 de marzo de 2017

La Justicia según los Exjueces del Supremo

Acaba de acuñarse por boca de los exjueces del Tribunal Supremo de Puerto Rico --- Tono Andreu García, Federico Hernández Denton y Francisco Rebollo, entre otros, --- una novel y amoral doctrina sobre la administración de la justicia.


La tal doctrina me resulta insultante por su sencillez, porque patentemente --- “mera palpatio”, como decimos en filosofía --- reduce la capacidad intelectual y moral para impartir justicia, de parte de los jueces, a cualquier nivel, a una cuestión de dinero.  Lo que los tres mencionados exjueces del Supremo han dicho, en representación suya y de sus colegas, es que si la pensión que recibirán tras el retiro es grande y abultada impartirán --- cuando estén activos --- una justicia más justa que si su pensión es menor. ¡Qué miserable concepto tienen estos iconos del privilegio sobre la justicia, y sobre los hombres y mujeres que han representado y representan la idea ética y moral del o la juez dignos de su misión de asegurar a cada uno lo que en verdad merece.  


Los tres jueces a que aludo en el primer párrafo denigran con sus expresiones el concepto mismo de la justicia, al equipararla al monto numismático de una pensión.  Los dos primeros jueces que menciono denigraron su alta misión al convertirse hace poco en abogados del Doral Bank contra el gobierno de Puerto Rico, defendiendo una tramoya corrupta del Secretario de Hacienda del PNP contra nuestro flaco tesoro público.


Según la novel doctrina de los exjueces, si el retiro es abultado puede decirse, retroactivamente, que impartieron justicia justamente, pero si la pensión es baja, o puede reducirse con arreglo a la crisis económica que sufre toda la sociedad, entonces la justicia se reduce en su administración al nivel reducido de la pensión.  Se trata de una pedagogía inmoral, de parte de los más altos privilegiados del sistema político-constitucional.


Conforme a su cínica tesis, la enseñanza del maestro dependerá del bulto de su pensión, e igualmente sucedería con el policía, y así por el estilo para todos los servidores públicos.


En el campo decíamos, cuando yo era niño, ante una aberración igual a la que comento, que se trataba de “las resultas del sarango”.  Lo mismo digo de este sarampión inmoral de los que han estado expuestos a la ética del dinero, en el establo político de Rafael Hernández Colón.  Porque al fin y al cabo pensiones privilegiadas intocables y escoltas ídem provienen de la misma ética fenicia de Ponce.

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