Tomando
como unidad de pensamiento la historia de Occidente --- de Atenas a Puerto Rico
--- los últimos 26 siglos han acuñado dos maneras de pensar: o se relacionan todas las cosas por analogías,
a lo Platón, o se diferencian las cosas en términos de “problemas” que sus
diferencias ilustran. A esto
llamaban los pensadores griegos “aporías”. Porque es más importante el sentido en que las cosas se
diferencian que en el sentido en que se parecen.
Vamos
por un momento a aplicarle este análisis al asunto que hoy debaten funcionarios
públicos y ciudadanos sobre el “affair Alejandro-Crespo”, con Miguel Torres, el
Secretario del DTOP como intermediario.
Dos
principios saltan a la vista en el tratamiento de esta crisis de gobierno y
opinión pública con respecto a la ejecutoria del Secretario de Obras Públicas y
el Gobernador en sus relaciones y decisiones con Johnny Crespo y el CESCO de
Carolina.
En
primer lugar, se trata de la diferencia --- el problema, la aporia --- entre
legalidad y moralidad pública. Si
no se reconoce esa diferencia, y se reclama que la transacción es moral porque
es legal, entonces el problema cambia, porque entonces ese es el problema. Porque tratándose de dineros públicos y
funcionarios públicos, la legalidad no basta. La ética o moral públicas toman precedencia sobre el mero
rito legalista.
Cuando
el Gobernador ignora, no reconoce o menosprecia esas distinciones, entonces
tenemos entre manos un problema --- una aporía --- mayor: el problema de la torpeza moral de
quien se supone dirigente político y ético de la comunidad política.
Los
servicios que ofrezca el nuevo CESCO pueden ser buenos, la economía del negocio
puede ser beneficiosa, pero el proceso, las actitudes y las seudo-explicaciones
del negocio han sido éticamente infames.
Ahora
el pueblo y el PPD tienen un problema.
¿Se conforman con que los dos partidos sencillamente se cambian de
chaquetones cada cuatro años para hacer lo mismo, o insistirá ese pueblo
observador y víctima en algo más decente?
Esa es también la aporía pública del País. ¿Cómo se asegura ese pueblo el respeto a la diferencia entre
la legalidad y la moralidad?
Como
dice un amigo de la radio mañanera:
¡Ya veremos!
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