Al cabo
de 117 años de la ocupación norteamericana de Puerto Rico, nuestro liderato político,
representativo de todos los enfoques políticos e ideológicos para salir del
colonialismo nuestro y del imperialismo norteamericano --- basado como está, en
lo mismo que se han basado todos los imperios: la fuerza bruta --- ofreció otro
espectáculo de postración suplicante, en vez de aunque fuera por una sola vez
ensayar la altivez de que hablaron Muñoz Rivera y José de Diego en su prosa política
y en su coraje poético.
Los
representantes en el mini-conclave de la ONU --- los que aquí defienden un
concepto moral y político de dignidad --- populares, independentistas y
asimilistas, parecieron competir a ver cuál era más dócil, más suplicante, más
inofensivo ante el poder arrogante y estúpido del Imperio. En fin, una magnifica oportunidad
perdida para aleccionar al americano
sobre los derechos de Puerto Rico y la irresponsabilidad norteamericana
para incumplir los compromisos contraídos en el Tratado de París de 1900, de
enfrentar y resolver sobre los derechos de las personas y del pueblo como ente político. El Tratado de París le hizo esa asignación
como mandato al Congreso de los Estados Unidos.
A los 117 años de incumplimiento, todo el liderato político puertorriqueño
concurrió a Nueva York, tímidamente, con el rabo entre las patas, a suplicar al
Congreso que cumpla con su deber, y si no lo hace, ya sacarán pasaje para el
año que viene para ir a suplicar lo mismo.
¡Es
una vergüenza, o falta de ella!