lunes, 24 de octubre de 2016

Una Columna y una Carta

Le pido al lector que acuda a la columna de opinión que el pasado 21 de octubre publicó en El Vocero el Representante Jesús Santa del PPD, titulada “Un Derecho, un Privilegio, una Responsabilidad.  No voy a reproducir aquí la letra de ese brillante escrito; me acojo sencillamente a su espíritu.  Porque se trata de la expresión más lúcida que he leído en mucho tiempo sobre el principio, el fundamento de prerrogativa electoral, a saber la responsabilidad del ciudadano como votante de ejercer un voto limpio, ilustrado, inteligente, basado en la memoria y el juicio honesto sobre los candidatos y los partidos.


Los candidatos y los partidos tienen una responsabilidad única, ética y de conciencia: dedicar su gestión pública al servicio --- como dicen en las campañas --- del Bien Común, los valores y las necesidades del pueblo votante y sus familias, y aún de aquellos que no votan, por vagancia, irresponsabilidad o torpeza sobre los graves asuntos públicos.


Pero el pueblo que necesita, que exige, que se queja, y que vota, tiene una responsabilidad paralela:  la que la inteligencia, la memoria, su honradez personal le impone con respeto a la historia, la ejecutoria, y la credibilidad de los candidatos.


Porque resulta despreciable el exigir a otros cuando no se juega limpio personalmente, al exigir consistencia entre palabra y hecho a los candidatos y a la vez votar en base a pasiones, deseos inconfesables, rencores e ignorancia practicada.


La columna que comento hoy y que suscribe el Representante Jesús Santa constituye una expresión feliz, en forma y fondo, de los supuestos y valores de la ética del elector serio y responsable.


Esa columna del Representante Santa del día 21 en El Vocero, la acompaño hoy, para apreciarla en su justo valor, con una Carta al Lector del día de hoy 24 de octubre en El Nuevo Día, de la ciudadana Wanda Rodríguez de San Juan, en la que encarece de todos los electores de Puerto Rico un voto limpio, honesto, bien informado, en base a lo que Juan Jacobo Rousseau llamó, con iguales fines, “el silencio de las pasiones”.


¡Qué falta nos hace, en grandes números, ese tipo de electores y legisladores!

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