Con ese
título, en 1919, Max Weber, el más insigne científico social alemán de
principios del pasado siglo, escrutó las entrañas de la política, en sus glorias y en sus
miserias. Convocado por sus
colegas y estudiantes a compartir su sabiduría, escribió un ensayo que junto a
La Política de Aristóteles y El Príncipe de Maquiavelo, constituye el más
enjundioso estudio de la política como vocación y los tipos de liderato que la
han caracterizado a través de la historia. Me limito hoy a reproducir literalmente el párrafo final de
su estudio, para beneficio de los que puedan relacionar su tesis a la amarga
situación que hoy vivimos en Puerto Rico, y a los tipos de liderato político
que necesitamos.
Le
recuerdo al lector que las palabras de Weber ocurren en el contexto de una
Alemania derrotada en 1918, cuando a las puertas del poder se presentaban las
fuerzas revanchistas de una derecha vengativa, y un señuelo comunista cuyo
liderato se formó dentro de esa angustia de la derrota, pero cuya tesis de
salvación era exactamente opuesta a los cantos de sirena del nazismo de Hitler.
Dice
Weber en el párrafo final de su doctrina sobre el liderato y la política como
vocación: “La política representa
un martilleo lento y fuerte contra paredes duras. Requiere a la vez pasión y perspectiva. Ciertamente toda la experiencia
histórica confirma esta verdad:
que el hombre nunca hubiera logrado lo posible a menos que una y otra
vez hubiese aspirado a lo imposible.
Pero para hacer eso el hombre tiene que ser un líder, y no sólo un líder
sino un héroe al mismo tiempo, en un sentido sobrio de la palabra. Y aún aquellos que no son ni líderes ni
héroes tienen que armarse con aquella fortaleza de corazón que pueda resistir
incluso el desmoronamiento de todas las esperanzas. Esto es necesario precisamente ahora (1918), o de lo
contrario los hombres no serán capaces de alcanzar ni aún aquello que es
posible hoy. Sólo tiene el
verdadero llamado a la política aquel que está seguro que no se derrumbará
cuando concluya que desde su punto de vista, el mundo es demasiado estúpido o
bajuno para lo que él tiene que ofrecer.
Sólo aquel que de cara a todo eso puede decir “a pesar de todo”, tiene
el llamado a la política”.
Yo
interpreto esa doctrina Weberiana en términos de tres virtudes: carácter, pasión, y valor que se muestra
en la persistencia.
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