lunes, 16 de junio de 2014

Las Raíces de la Crisis: Un Piquete Contrario


Estamos acostumbrados a escuchar, desde la izquierda ideológica, que lo que anda mal en Puerto Rico es “el sistema”.  ¿Qué sistema?  El sistema conocido, desde los tiempos de Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos y el estado socialistoide inglés de 1946 en adelante --- el “Welfare State”, o estado providencial --- está en franca bancarrota.  En Inglaterra lo sepultó Margaret Thatcher y en Estados Unidos Ronald Reagan.  En su tiempo escribí miles de columnas condenando los valores implícitos de ambos gobernantes.  Pero la experiencia vivida en Puerto Rico de 1969 en adelante, me ha curado de aquellas impugnaciones.  Porque Estados Unidos ha conservado su sistema económico de libre empresa, e Inglaterra ha hecho las rectificaciones de rigor, pero Puerto Rico no ha aprendido la lección:  tenemos un gobierno obeso, adiposo, en que todas sus partes están endeudadas con todas las otras, a la vez que su empleomanía --- manía de empleo público --- le pasa la cuenta a sus políticos para que le den más y más y cuando llega la necesidad de menos, se levanta airadamente, empleando una demagogia pareja a la demagogia del gobierno al emplearlo.

Ese sistema ya no es viable económicamente, presupuestalmente.  El sistema fiscal público está quebrado, como lo están todas sus agencias componentes.  Este año ha sido un vía crucis.  El año que viene será peor, no por culpa directa de nadie, sino del sistema del gobierno como benefactor.

Cuando se combina el clientelismo político con la improductividad de todo el sector público, el producto no da, porque no produce, y porque los beneficiarios de la chupeta pública no pueden entender que esa vaca tiene la ubre seca, y no produce más para repartir.

Es doloroso a mi edad y a mis 65 años de participación en la vida pública, tener que confesar ese desconsuelo: el estado benefactor no produce todo lo que quisiera repartir.  Más que al reparto, entonces debe dirigirse a la producción, a la productividad, a la reglamentación rigurosa de la empresa privada y a su evaluación estricta.

El gobierno no es buen empresario, porque su política necesariamente demagógica, clientelas, favoritos, incompetentes y cobardes no puede exigir de aquellos de los cuales depende para su continuidad en el poder.

Puerto Rico, de 1969 hasta hoy, es un elocuente “exhibit” de esa degradación de los supuestos del buen gobierno.  Aunque nos duela, urge la privatización de todas las estructuras burocráticas del gobierno --- menos educación, seguridad y salud, que ya ha sido indebida y criminalmente privatizada --- para que el gobierno se dedique a la reglamentación y evaluación de los mandamientos que envía al sector privado, como condición contractual seria y justiciable.  

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