El Presidente Abraham Lincoln fue poseedor de una inteligencia luminosa, y de un devastador sentido del humor --- esa rara capacidad para reducir la pomposidad narcisista al ridículo patético de los impostores transparentes.
Hace unos días la televisión comercial nos regaló un supuesto debate de alternativas para el proceso electoral de 2016. Lo que nos regalaron los protagonistas, Pedro Pierluisi y Ricardo Rosselló representó un insulto a la ciudadanía avisada sobre los terribles problemas de nuestro pueblo.
Ambos se anclaron en la magia de la estadidad. Lo imposible como solución a la angustia fiscal, financiera y económica de nuestro Pueblo, y sus efectos destructivos en las actitudes y propuestas políticas, que van desde la quiebra real y objetiva hasta la cobardía y el oportunismo de los responsables y encargados de resolverlo.
Ante esa crisis múltiple --- económica, moral y política --- los debatientes por la gobernación en el PNP --- Pierluisi y Rosselló, hijo --- subrayo hijo --- le presentaron al País una dosis intragable de baba ideológica: desmantelar el gobierno, producto de 75 años de brega más o menos racional con obstáculos inamovibles, sin que supuestamente se afecten los servicios al pueblo.
Ante el espectáculo de incapacidad y falta de imaginación, no hay más remedio que apelar al sabio Abraham Lincoln.
Contaba él que en una ocasión se encontraron dos borrachitos pendencieros en la base de un poste del alumbrado eléctrico, se enredaron en una pelea de empujones y golpes al aire, y que al cabo de una hora de furiosa pelea lo único que ocurrió fue que cada uno salió al fin con el coquetón del otro.
¡Ni más ni menos: Pierluisi y Rossellito por la gobernación!
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