La crisis económica y financiera de los Estados Unidos, de 1929 a 1944 --- conocida como la Gran Depresión y que consistió en la acumulación de la riqueza en manos de lo que el Presidente Franklin D. Roosevelt llamó a una reducida oligarquía de “malhechores de gran riqueza”, produjo como respuesta un programa de rehabilitación económica y justicia social conocido como “El Nuevo Trato”. Se trató --- de 1933 a 1944 --- de cortar arriba para rellenar abajo, financiando el Estado el empleo y las medidas de rescate --- desde la comida hasta la salud pública.
A la muerte de Roosevelt en 1945 advino al poder su Vicepresidente, Harry S. Truman, que gobernó hasta 1952 bajo la consigna de “el Trato Justo”, una continuación y adaptación de los programas de Roosevelt a los nuevos tiempos de recuperación de los costos de la Segunda Guerra Mundial.
En esa secuencia histórica, Puerto Rico figuró como fuente de reclutamiento militar, como base naval, y como beneficiario de “welfare”, al nivel económico gracias al liderato de Rexford Tugwell y Harold Ickes mientras al nivel político Roosevelt trató a Puerto Rico como botín de patronazgo para premiar sus clientelas políticas: los gobernadores funestos Gore, Winship y el rígido Almirante Leahy.
El Trato Justo de Truman consistió en el reconocimiento del gobernador electivo, que dio sus primeros frutos en 1948, cuando Luis Muñoz Marín estrenó esa prerrogativa democrática, después de haber nombrado a Jesús T. Piñero como primer gobernador puertorriqueño en 1946. Hizo más Truman en deferencia a los derechos políticos de Puerto Rico como pueblo: le advirtió al Congreso que si autorizaba consultas de status en Puerto Rico, tenía que comprometerse de antemano con el resultado y a que sin ese compromiso la tal consulta sería un engaño, exactamente como ha ocurrido desde entonces.
Ese fue el producto del Trato Justo en lo que tocaba a Puerto Rico. Desde entonces hasta hoy, incluyendo todos los Presidentes post-Truman, lo que hemos recibido, desde el engaño de 1953 ante las Naciones Unidas y su propia reafirmación de la relación imperio-colonia de 1898 a 2016, es de Trato Sucio --- de los Kennedy, los Nixons, Clintons y Obamas. En el caso de este último con una ironía adicional: el defensor de Nelson Mandela y supuesto paladín de la raza negra, no tiene conciencia para ver a Oscar López ni nuestro derecho a la igualdad política como pueblo, que Eisenhower proclamó ante el mundo en 1953.
Por eso digo: el Nuevo Trato de Roosevelt y del Trato Justo de Truman, hasta el Trato Sucio de los Clinton y Obama.
En este espacio de opinión aspiro a poner al día los acontecimientos y las actitudes de los políticos y los partidos: ¿qué dicen, qué hacen, cuál es su record? ¿Cuáles serán en la realidad las consecuencias de cada postura? ¿Cuánta honestidad o mendacidad puede atribuírseles? ¿Qué es lo que está realmente en juego, la honestidad o la falsedad de los políticos y los partidos o la inteligencia práctica del pueblo, su sabiduría para afirmar sus intereses reales?
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