Desde
antiguo, los análisis y teorías políticas más intelectualmente respetables --- Aristóteles,
Kant, John Locke y los Padres de la República Norteamericana --- se fundaron en
la justicia como la gran virtud cívica.
Sus antípodas buscaban esos fundamentos en el poder y el dinero, es decir, la acumulación de
la riqueza o propiedad.
En los
Estados Unidos de hoy, la sociedad más desigual del planeta, durante los últimos
diez años --- años diz que de crisis económica --- se ha duplicado el número de
multibillonarios. Desde ese punto
de mira, la sociedad no es una comunidad de valores, intereses y aspiraciones
de justicia, sino una compañía de inversiones, una especie de plaza de mercado
o bolsa de valores entregada al cambio y la especulación.
En las
elecciones congresionales del pasado martes dominó la oligarquía: menos contribuciones sobre el ingreso y
el capital, menos reglamentos limitantes de la especulación y corrupción corporativa,
y menos legislación social reparadora de las grandes desigualdades, mas una
ceguera patológica de los 40 millones de pobres en la nación más rica del
mundo. El obrero, el estudiante,
el inmigrante, el joven y la mujer, los salarios decentes, el ambiente y la
infraestructura física que sirva a todos, todo eso --- dicen los republicanos
--- puede esperar a que de la riqueza de los ricos se filtre algo hacia las
clases menesterosas de una acción positiva del estado.
El
Senado elegido por una tercera parte de los votantes americanos que se
presentaron a las urnas el martes representa esa filosofía de gula oligárquica. Barak Obama representa la banda democrática
mayoritaria que perdió el martes ante la demonización que los republicanos
hicieron contra él, pero mucho más
a causa de la inermidad del Presidente para defenderse, y mucho más para tomar
la ofensiva contra la avaricia republicana.
Los
entes asesores de la Casa Blanca fallaron en preparar a Obama para una
operación parecida a la que realizó Harry S. Truman en 1948. Rodeado desde afuera y desde adentro,
solo, decidió encarar con la verdad las mentiras de Tomas Dewey y la prensa reaccionaria
americana. Preparó un tren, desde
cuya plataforma trasera pronunció miles de pequeños discursos bajo la consigna
de “give the republicans hell”. El
pueblo sencillo le contestaba a coro: “give them hell, Harry, give them hell”. Y eso hizo, y rompió en pedazos la maquinaria oligárquica de
los cavernarios republicanos y sus billones en propaganda mendaz.
Desgraciadamente
Obama prefiere los preciosismos de su oratoria intelectualista y carece de la
voluntad de pelea cuerpo a cuerpo y a bayoneta calada. Perdió teniendo la razón. Porque en política a la razón hay que
ponerle coraje y voluntad.
Poderoso caballero de Don Dinero. Además, ¿Desde cuando la profundidad del pensamiento político ilustrado ya no se expresa en el Congreso Norteamericano. Desde que dejamos de leer los clásicos y los cambiamos por google.
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