Para
fines del siglo 19 Richard Wagner creó la tempestuosa ópera que lleva el título
que adopto hoy para estas líneas.
El romántico Wagner adoptó el estilo trágico para comunicar la caída, el
ocaso de los dioses.
Pensando
en el Puerto Rico que Hernández Colón, Romero, Rosselló y Fortuño legaron al
pueblo y a los gobernantes de hoy, Wagner viene al caso. Los dioses caídos no son ni religiosos
ni míticos, son mundanos y seculares: la economía, la salud, la educación y la justicia como esencia de la
seguridad.
Se ha
descompuesto todo al mismo tiempo, porque la urdimbre social está regida por
dos principios --- que formuló brillante y articuladamente John Dewey --- a
saber: continuidad e interacción. Cada uno de los renglones apuntados
arriba incide causalmente sobre los otros, implacablemente,
inevitablemente. La economía
afecta todos los otros componentes mencionados. La salud es constitutiva de todos los demás tejidos del
organismo social. La educación es posibilitante
con respecto a los demás procesos: o los posibilita, o los obstruye. En sus florecimientos, lo primero, en
sus crisis y desmoralizaciones --- como ocurre hoy --- lo segundo.
Por eso
la salida de la crisis no puede ser atomizada, pedacito a pedacito, sino
integral en su visión, estrategia y programa. De lo contrario los dioses --- los cuatro elementos de la
crisis total --- pasarán del ocaso a las tinieblas.
La
salida que postulo como necesaria no puede ser parcial, a saltos y pellizcos
ocasionales, sino una de conceptuación --- diagnóstico y terapia --- total, en
base a un pensamiento y liderato que trasciendan la chiripa y la
quincalla. ¿Dónde está ese
liderato, que no lo veo? ¿Serán
mis ojos, o mis espejuelos intelectuales?
Es posible, pero lo que veo y escucho es el estruendo del Gotterdamerung
--- la marcha de los dioses al ocaso, más allá de las sombras del atardecer, y
sin retorno.
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