El
Partido Popular Democrático se enfrenta hoy a la tercera amenaza de implosión
desde su fundación en 1938. La
primera crisis que amenazó su razón de ser ocurrió en 1948, cuando un grupo de
líderes independentistas, excelentes personas y profesionales, decidieron fundar
el Congreso Pro-Independencia dentro del Partido Popular. Muñoz los enfrentó aclarando que era
incompatible ser miembro de aquel Congreso, como organización política activa,
y miembro --- y mucho menos líder --- del Partido Popular Democrático. Los disidentes que optaron por la
independencia fundaron entonces el Partido Independentista, que al cabo de 66
años representa una ficción política en la Comisión Estatal de Elecciones, sin
pueblo y sin programa con respecto a los problemas vitales del pueblo.
La
segunda crisis del PPD ocurrió en 1968 cuando Luis Muñoz Marín, en un brote
caudillista irracional pisoteó la democracia del pueblo Popular y celebró una
Asamblea, el 25 de julio de ese año, en que se separaba la maquinaria vetusta
del partido --- mediante una alambrada de púas --- de la masa popular que quiso
y no obtuvo el derecho a una primaria para gobernador. Por no tratarse de un asunto de status político
ni de programa social, el PPD pudo recuperarse en 1972.
La
tercera ola marina que amenaza hoy la solidaridad entre los populares proviene
de una oleada de soberanismo romántico, litúrgico casi, que niega la autonomía
del Estado Libre Asociado, la llama colonia y se relame de gusto, tanto como
los estadistas llamándola colonia, de espaldas al historial legislativo, político
y jurídico, del Estado Libre Asociado.
La
insistencia pasional en ese soberanismo debilita el centro democrático del País
--- que lo constituye el Partido Popular
y los votos independientes que se niegan a respaldar los extremos
destructivos --- la estadidad y la independencia --- ofreciéndole al PNP en
bandeja de plata el gobierno del País y la apariencia de mayoría en el asunto
del status.
Dicho
en arroz y habichuelas, el soberanismo romántico trabaja para el estadoísmo
enfermizo, anti-puertorriqueño. Lo
curioso es que a su vez trabajan, inconscientemente, para el Estado Libre
Asociado, ya que el rechazo de la estadidad por el Congreso llevaría al examen
de qué adelantos puede ese Congreso consignar para un ELA desarrollado, para
evitarse ellos el trauma de la estadidad.
¡Bonito
par de paradojas! Las consecuencias
no contempladas de las posturas ideológicas llevarían por un lado --- por obra
y gracia del soberanismo romántico ---, a aumentar el voto estadista, “par
ricochet”, del pueblo que sin ser
estadista es pro-americano contra lo que le parece independentismo encapotao,
mientras una victoria electoral del estadoísmo fortalecería la voluntad, allá y
acá, para mejoras sustantivas al ELA.
Todo lo anterior confirma lo que dice el pueblo en la calle, en el
sentido de que “a veces uno no sabe bien para quién trabaja”.
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