Las
mentes y voluntades políticas dentro del Partido Popular Democrático parecen atraídas
hacia dos polos ideológicamente incompatibles: por un lado el soberanismo en sus diversas versiones ideológicas,
y por el otro la continuidad pragmática, ateniéndose a las realidades y a las
posibilidades concretas de alterar, mejorándola, la relación política-económica
con los Estados Unidos.
El
soberanismo ideológico y jurídico es como el dengue: no es necesariamente
mortal, pero debilita el organismo político que es Puerto Rico, a partir de su relación
orgánica con los Estados Unidos a partir de 1900. Sus defensores y agitadores ideológicos pertenecen casi
todos al gremio abogadil, que tiende a confundir los cristalinos preceptos jurídicos
con la realidad borrosa y compleja --- hasta la contradicción práctica --- del
pueblo de carne y hueso, que vive desde la necesidad y el agradecimiento a los
Estados Unidos, desde los años treinta del pasado siglo, que ha amparado sus
necesidades más perentorias y sus inseguridades más existenciales, que no son
las de los ideólogos y los abogados.
No fue
por falta de inteligencia y patriotismo que próceres --- por idealistas, no por
logros en el plano de la acción --- como Betances, Hostos, Albizu Campos y
Gilberto Concepción de Gracia, no lograron tracción alguna en la vida concreta
cotidiana de las masas y clase media de sus tiempos. Fue por falta de conexión valorativa con las necesidades
urgentes de su vida cotidiana, aunque durante el siglo 19 respaldaran sus
ideas.
Fue Don
Luis Muñoz Marín y su generación de patriotas excepcionales los que
establecieron contacto con la vida real de los puertorriqueños, al margen de ideologías
altisonantes y redentoras --- de boquilla --- hacia una salvación total y
final.
Tres
cuarto de siglo después, Puerto Rico se enfrenta a la misma dicotomía política
como pueblo: la salvación total,
redentora, final, a través de un nuevo status político --- el soberanismo en
alguna de sus versiones --- que lo haga libre para después pactar lo que le
convenga con los Estados Unidos.
¿Qué les hace pensar que, puesto que Estados Unidos no está dispuesto a
conceder lo menos, va a pactar lo más, desde la independencia política y jurídica
de la soberanía?
El
pragmatismo circunstancial e incremental le ha producido buenos frutos de
crecimiento económico y justicia social a Puerto Rico. Su actual crisis nada tiene que ver con
el status, sino con gobernantes irresponsables, avaros, politiqueros, que
echaron a perder --- o sumieron en crisis financiera --- al Estado Libre
Asociado. La calentura no está en
la sabana, ni la solución a la crisis en las nubes soberanistas.
La
democracia y los pueblos no necesitan redentores de boquilla, sino políticos
que propicien las transiciones históricas mediante consenso, a partir y en
continuidad --- no ruptura --- con lo ya logrado. A la soberanía real como vida abundante se llega, no se
parte de ella como preciosismo teórico.
Luis Muñoz Rivera le añadió soberanía al pueblo de Puerto Rico mediante
sus conquistas autonómicas. Luis
Muñoz Marín hizo lo mismo para su tiempo.
He ahí dos enseñanzas metodológicas aprovechables en el momento actual,
que no son menos por no ser altisonantes.
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