lunes, 4 de agosto de 2014

“It’s Not the Status, Stupid”


Parodio una celebre frase de Bill Clinton por allá por 1996, al enfrentarse a las calamidades heredadas del primer Bush, que tenían que ver con una depresión presupuestaria relativa principalmente a los programas y gastos sociales:  Seguro Social, Medicare y Medicaid.  A la vez que propuso ajustes a estos, proclamó que “Welfare, as we have known it, is over”, o palabras de idéntico alcance.

¿Por qué lo anterior?  Porque el problema real residía en una economía vaga, aletargada, amortiguada en demasía.  ¿Remedio?  Una inyección de empresarismo, de producción, de creación de empleos bien pagados.  Todo eso lo resumió en su famoso diagnóstico:  “It’s the economy, stupid”.

Echo por delante aquella consigna de Clinton porque a base de ella la economía floreció hasta los niveles más altos de los últimos veinte años.  La aplicación de aquel principio le viene de perilla a Puerto Rico en estos momentos aciagos.  Pero en vez de apurar aquella lección nuestros líderes se refugian, como el Linus de la tirilla cómica, en el status como frisa de seguridad, y acaso proclaman que hay que cambiar o alterar el status como tabla de salvación hacia el paraíso perdido.  Los que están perdidos son ellos, ya que es demostrable que nuestra crisis económica no tiene causas de status, sino políticas y morales:  el partidismo crudo y la avaricia de nuestros supuestos líderes, líderes nominales, a quienes los puestos públicos, de 1977 hasta hoy --- especialmente los Romeros, los Rafaeles, los Rossellós y los Fortuños, --- no le transformaron las motivaciones que traían de la calle, de sus bufetes y oficinas privadas ancladas en la riqueza personal.  Y en eso convirtieron --- y todavía hoy --- su función pública.

Luis Muñoz Marín y Roberto Sánchez Vilella no necesitaron ningún cambio de status para transformar, primero la colonia y luego el Estado Libre Asociado, en una sociedad vibrante, dinámica, más rica y más justa que las que venteaban otros status soberanos o independentistas.

“No es el status, estúpido”.  Es la inteligencia, la honradez, el trabajo dedicado y competente al pueblo, sin gollerías avaras ni cofradías de clase:  el arte funesto de la contratación, del amiguismo, del despilfarro, del hábito del embrollo criminal lo que explica la angustia fiscal y financiera de hoy.

“No es el status, estúpido”.  Es el patriotismo, la honradez, la responsabilidad que no se tuvo, y cuyo retorno como estilo de gobierno es nuestra única esperanza de resurrección.  ¡Maldita sea lo que tiene que ver nada de eso con el status! 

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