Una
lectura superficial a mi título podría concluir que uso los conceptos políticos
de status al revés, porque tomados literalmente los soberanistas no son
estadistas, ni estos últimos estadolibristas. Eso parecería razonable si el lector no supiera que el
lenguaje ideológico --- como el de los soberanistas --- tiende a ser retórico,
totalista, ideal, normalmente ajeno a la trabazón de problemas concretos de la
gente a quien debe servir la política y los status. El retoricismo olímpico de los soberanistas populares --- el
de los independentistas lleva ya siglo y medio --- postula soluciones totales,
desde la raíz, como les gusta decir, y los problemas de la gente --- educación
deficiente y cara, salud vendida a los comerciantes privados, seguridad
insegura y economía deprimida --- carecen de carisma retórico suficiente para
enrolar su elocuencia sobre soluciones ideales.
Ahora
bien, el pueblo de carne y hueso no vive en el cielo raso de ese retoricismo, que
postula que las soluciones a los problemas de la gente tienen que esperar por
la soberanía jurídica --- en una de sus tres versiones que abordaremos otro día. Esa postura --- paralela a sus
antípodas estadistas --- produciría en la realidad electoral exactamente lo
contrario de lo que defiende como único camino. ¿Cómo así? Por
lo que a continuación explico.
Toda solución
adicional y diferente de la lograda en 1952 --- el Estado Libre Asociado ---
tiene que partir de una sincera y brutal captación de la naturaleza de los dos públicos
ante los cuales se van a ensayar --- para su aprobación --- las opciones que se propongan,
distintas al status vigente de Estado Libre Asociado. Estos dos públicos son el Congreso de los Estados Unidos y
el pueblo de Puerto Rico como electorado.
En este asunto, y conforme al Tratado de Paris, el Presidente de los
Estados Unidos tiene sólo un rol de mensajero.
¿Y cómo
es ese Congreso a la altura del 2014?
¿Y cómo es nuestro pueblo y nuestro electorado a esa misma fecha? Conservadores hasta la médula. ¿Que pueden variar un tanto aquí y un
tanto allá con una campaña unánime de un partido grande como el PPD? Sí, algo. Pero su carácter político de siglos es conservador, y no
gusta de soluciones absolutas y luminosas. Por eso fue autonomista en el siglo 19, lo fue en el 20, y
lo es ahora. En otra ocasión
desgranaré las razones prácticas que lo llevarían a decisiones exactamente
contrarias a las luminosas teorías
soberanistas. Porque la política
es praxis, práctica, no teoría,
y mucho menos preciosismo retórico que encubre más de lo que revela.
Si
estoy en lo correcto, el efecto de los soberanistas sobre el electorado es la
producción de estadistas por parte de los que hasta hoy han sido populares y
estadolibristas.
Por
otra banda, y obedeciendo a la misma dialéctica, un voto mayoritario de la
estadidad llevaría al Congreso, en pánico, a legislar adelantos al Estado Libre
Asociado.
Así es
la política desde Jorge Guillermo Federico Hegel, a principios del siglo 19.
El PPD no tiene la gallardia para clamar independencia ni se termina de doblar para pedir la estadidad.
ResponderEliminar"La historia es el desenvolvimiento del Espíritu Absoluto."
ResponderEliminarSegún Hegel la historia es el desenvolvimiento dialéctico de la Idea, es decir, la historia es el reflejo del desarrollo de las ideas que ocurre de una forma contradictoria.
No existe lo bello sin lo feo. Para que algo pueda ser bello tiene que haber fealdad. La belleza y la fealdad están unidas de una manera contradictoria. Si eliminas la una, eliminas la otra.
De la misma manera no pueden amos sin esclavos, para dejar de ser esclavo, hay que eliminar al amo. La violencia no se puede eliminar. Es parte de la realidad misma.
Pero la contradicción en la unidad tampoco no se puede eliminar. Esa es la realidad. La realidad es dialéctica y contradictoria. Eliminar un conjunto de contradicciones implica crear otro conjunto de contradicciones.
Sólo al final de la historia se resuelven las contradicciones.
Según Hegel, la historia finalizó con el surgimiento de las naciones protestantes.
Según Karl Marx la historia finalizará con el comunismo.
Y según Fukuyama, la historia finalizó en 1989 con el derrumbe del muro de Berlín.
Ahora José Arsenio utiliza esta teoría de la contradicción para analizar la realidad política de Puerto Rico y llega a la misma conclusión que yo había sugerido cuando Pompi me dijo que estaba desquiciado. Que a la estadidad se llega por vía de la independencia y que el PNP es el peor enemigo de los estadistas.
Desde el punto de vista de los estadistas, lo más deseable del mundo es acabar con el PNP. Eliminar el PNP es llegar a la estadidad. Pero los penepés están más enamorados del instrumento que del objetivo. Lo de ellos es fortalecer el PNP y no necesariamente la estadidad.
Si eso es así, lo mejor que puede pasar es que los estadistas voten por los soberanistas. Si los estadistas y los soberanistas se juntan, el resultado será mover a los colonialistas del PNP al campo estadista.
Pero de acuerdo con José Arsenio, la realidad de las cosas sigue siendo contradictoria, de manera que un movimiento de los colonialistas a la estadidad va a tropezar con la pared del Congreso y el resultado final no será la estadidad, sino la culminación del Estado Libre Asociado.
Una vez se culmine el Estado Libre Asociado, habremos llegado al fin de la historia puertorriqueña.
Interesante tesis. Pues desde mi punto de vista el final de la historia puertorriqueña no es nada menos que la estadidad. Ahí se une toda la sociedad puertorriqueña en un contexto mayor y la pelea chiquita que vemos ahora se disuelve en la lucha mayor a nivel de Estados Unidos.
Si esto es así, Puerto Rico no tiene nada que perder en su lucha por la soberanía. El resultado de la dialéctica nos llevará a la culminación del Estado Libre Asociado, si es posible, o la estadidad. Es decir, al final de la historia puertorriqueña.
Lo que no va a ocurrir, increíblemente, como resultado de la lucha por la soberanía, porque no está en la realidad de las cosas, es la República Independiente de Puerto Rico