Para ir
al grano de inmediato, quiero proveer unas coordenadas de tiempo para colocar
en ellas los componentes de
nuestra clase política de 1938 a 2014.
Los primeros 30 años de ese largo trecho, de 1938 a 1968 disfrutamos y
aprendimos de una generación excepcional lo que es el patriotismo, el servicio
público, la honradez y la sobriedad espartanas totalmente dedicadas al rescate
de los más necesitados, por ello la justicia social y la administración pública
depurada: sistema de méritos para
entrar al gobierno y evaluación científica continua para quedarse, ascender,
ganar la permanencia o el despido. Fui afortunado en poder servir desde el Senado antes de
cerrarse aquel ciclo de excelencia. Todo eso está sometido hoy a un criterio
partidista, en que los años de respiración predominan sobre la competencia y la
productividad como criterios.
Eso en
la administración pública, porque al nivel político electoral o de las tres
Ramas de Gobierno y sus clientelas, el deterioro apesta. Esos son los años de la segunda pilada
en mi cronología, de 1969 a 2014.
La inició un multimillonario, Luis A. Ferré --- que ya tenía su capital
hecho en la industria privada. Lo
que hizo desde el poder, discretamente a través de su hermano Joe y su hijo
Luis fue aumentarlo. De alguna
manera, sin embargo, dejó en la gobernación la marca del zorro, que Rafael Hernández
Colón, Carlos Romero, Pedro Rosselló y Luis Fortuño se encargaron de apretar
contra sus pechos. Fueron al poder
gubernamental a hacerse millonarios o aumentar los millones que ya tenían. Con la excepción de Aníbal Acevedo Vilá
--- y hasta ayer Sila María Calderón --- la venta del bien público al bien
privado ha sido la norma, la deslealtad moral ante el honor que el pueblo de
buena fe les confirió un día. Viví
esa segunda pilada en 1993 y 1994 como Secretario de Educación y pude asomarme
al pozo muro de Pedro Rosselló.
De
atenienses --- Muñoz, Sánchez Vilella --- pasaron a fenicios nuestros falsos líderes
de 1969 a 2014.
Escoltas,
cabilderos, venta de influencias en los negocios y en las cortes, el
estrujamiento en la cara de un pueblo pobre y angustiado de su señoritismo oligárquico,
esa es la podredumbre de nuestra clase política. No se han enterado de nada de la nobleza que obliga --- de
los paradigmas de un Franklin Delano Roosevelt, John, Robert y Ted Kennedy, que
al revés de los nuestros pusieron su riqueza al servicio del pueblo, o de Harry
Truman y Jimmy Carter --- de la vida modesta, al poder, y de vuelta a la vida
modesta, sana y honesta, como nuestros Muñoz y Sánchez Vilella.
Que esa
podredumbre moral tenga todavía peso en los concilios del PPD, como tambien lo tiene Fortuño el esperpéntico Romero
en el PNP, es preocupante. Que
Sila María Calderón haya sucumbido a esa tentación numismática, sin
necesitarlo, es deprimente.
¿Qué hará
un país ante esa abominable ejemplaridad de cinco de sus seis gobernadores en
el raquet de la influencias económicas, cuando lo que necesita es el consejo de
la experiencia que un día les hizo posible?
¡Así
paga el diablo!
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