La
crisis desatada por el Presidente del PPD, al violentar el proceso democrático
en su partido en aras de una candidata particular, plantea la fragilidad moral
de ese partido, en este caso en la selección de una legisladora que completaría
el cuadro de 78 que constituyen nuestra Asamblea Legislativa.
Todos
los candidatos a llenar la vacante tienen un claro historial de servicios al
partido y al País, en posiciones de diversa jerarquía y visibilidad. Despreciar esos servicios a la hora de
la selección, en aras de una candidata particular constituye un atropello a los
derechos de todos. Opacar los méritos
de la favorecida, al señalarla él mismo como extranjera es convocar al rechazo xenofóbico
de parte del pueblo enojado por la arbitrariedad, cuando en situaciones
normales nadie recordaría su país de origen, ya que es puertorriqueña de
formación, profesión y afectos. De
una candidatura meritoria en buena lid el gobernador ha creado un issue de
puertorriqueñidad y extranjerismo donde no existía.
¿Qué
mueve al gobernador a cometer este secuestro de la democracia y la lucha política
limpia? Lo mueve la otra cara de
la xenofobia --- odio al extranjero, no por su carácter y conducta, sino por
extranjero --, que es el clientelismo: una agencia o una posición para cada
grupo de votos persuadibles o comprables, para sumarlos el día de las
elecciones no importa que --- como en este caso --- se envenene el clima de
concordia entre todos los ciudadanos o intereses sociales. Los gobernantes están para unir, no
para dividir en aras de pingües ganancias futuras en el colegio de
votación. El precio moral es muy
alto, y puede convertirse en costo político para una administración que ha
disipado todo su carisma pre-eleccionario del 2012.
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