jueves, 29 de agosto de 2013

La Prefiguración Inútil de la Asamblea Constitucional de Status


Una cosa es llamar al diablo, y muy otra es verlo venir, dice la sabiduría del pueblo.  En momentos y circunstancias distintas los partidos políticos de definición electoral, principalmente el PIP --- aunque sin votos y por eso mismo --- han clamado por la Asamblea Constitucional de Status, pensando que en ella adquirirían una visibilidad que no obtienen mediante las urnas.  Pero lo ha hecho también el Partido Popular, frustrado ante el conservatismo congresional con respecto al desarrollo del Estado Libre Asociado.  El Partido Nuevo Progresista --- ¡que nombre tan contradictorio de lo que es, un partido retrogrado y corrupto! --- ha coqueteado también con la idea, pero con las muelas de atrás, porque sabe que en el campo de las ideas no podría competir --- ni intelectualmente ni electoralmente --- con una convergencia de intereses políticos PPD-PIP, si se trata de golpear mortalmente al asimilismo.

La expresión concreta de esos temores se va aclarando ya.  Por la derecha estadista tanto Pedro Pierluisi como Carlos Romero ya han repudiado la Asamblea Constitucional de Status como le huye el diablo a la cruz, y por la derecha independentista Fernando Martín ha escrito una columna definitoria de cómo el PIP ve la Asamblea: como una oportunidad para definir, entre la minoría de sus miembros allí representando a la minoría exigua de votantes PIP, una teoría de la esencia y consecuencia de la independencia.  Lo mismo concibe para lo que sería una minoría estadista en la Asamblea, que por primera vez en varias décadas no contaría con el apoyo oportunista del PIP para frenar el autonomismo del Partido Popular y el Estado Libre Asociado, el vigente y el posible.

Compare el lector ese cuadro de tajureos con lo que el pueblo sanamente cree que es la función de la posible Asamblea Constitucional de Status, que no es otra cosa que la elección por el pueblo de delegados, representantes directos suyos, a una Asamblea que tendrá a cargo construir un consenso, por mayoría democrática de votos, para ser sometido ese consenso al Congreso de los Estados Unidos y al pueblo de Puerto Rico: como una sola propuesta.  Ni dos, ni tres, ni cuatro, lo cual confirmaría la queja eterna del Congreso en el sentido de que los puertorriqueños no nos ponemos de acuerdo, con aparente buena fe --- encubriendo su mala fe real.

El Partido Popular tiene que decidir temprano, ya, cuántas propuestas le va a presentar el pueblo de Puerto Rico al Congresos de los Estados Unidos, como expresión unitaria de pueblo.  No son dos, ni tres, ni cuatro.  Porque ello reforzaría la persistente voluntad conservadora del Congreso para no hacer nada porque los puertorriqueños no vamos unidos.

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