jueves, 23 de enero de 2014

Habló Fuenteovejuna


El caso del pueblo de Puerto Rico contra Pablo Casellas convocó precisamente a la vasta mayoría de este pueblo a observar y evaluar el proceso judicial contra el acusado.  La aritmética de la decisión ilustró la aritmética de los sentimientos del pueblo que observó casi obsesivamente el transcurso del juicio.  Un pueblo unido frente a una tragedia en la que todos los participantes sufrieron el impacto intelectual y emocional de los hechos: una madre asesinada, unas hijas anonadadas --- entre la pérdida de su madre y la posible pérdida de su padre --- y un padre y abuelo desgarrado en su espíritu como blanco de las consecuencias del acto brutal en el seno de la familia.  Los padres nunca terminamos en la peripecia y la herencia de nuestros hijos, sea esta gloriosa o infame.

Lope de Vega anticipó la figura dramática de este lamentable caso.  Ante la muerte de un connotado abusador y facineroso personaje, el pueblecito de Fuenteovejuna --- autor anónimo y unánime del hecho de justicia absoluta --- contestó tranquilo y satisfecho, ante la pregunta por la autoría de aquella muerte, confesando lo obvio: “¿quién mató al comendador?,  ¡Fuenteovejuna, señor!’

En la misma proporción con que el jurado se expresó por la culpabilidad del acusado --- 11 a 1 --- el pueblo celebró en las calles y hogares ese desenlace.  No por prueba técnica fehaciente, sino por intuición racional sencilla y directa --- madre de la justicia absoluta --- el pueblo vio confirmado su veredicto moral.

Nadie puede escamotearle al amigo Salvador Casellas, el padre atormentado, sus esfuerzos de padre por creerle y defender a su hijo en el momento de la óptima desgracia.  Cumplió su deber, al margen de la mecánica jurídica y procesal de la justicia organizada como institución racional.

En este desafortunado proceso cada uno cumplió con su deber.  Y el pueblo como observador y los entes de la justicia, fiscalía, defensa y jurado, como oficiales de esa justicia, dieron todos lo mejor de sí mismos para que el sistema de la justicia criminal recobrara mucho del prestigio perdido en días recientes.  En esa mención debo destacar la firmeza, inteligencia y carácter del juez José Ramírez Lluch en su administración de un proceso difícil.

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