lunes, 6 de enero de 2014

Política, Marihuana y otras Yerbas


Tras una breve ausencia navideña de este espacio, reanudo hoy la conversación con mis interlocutores habituales.  Lo hago para señalar, como inicio del nuevo año, los diversos componentes conceptuales de los dos asuntos planteados en el título de estas breves líneas.

Con respecto a la política debo analizar tres componentes, que en sus ambigüedades marcan la diversidad de actitudes que despliega el político en una democracia.  En primer lugar, la voluntad de poder, el deseo narcisista de desplegar sus alas a la vista de todos, como el pavo real enamorado de su bello y abultado plumaje.  Sin ese narcisismo y deseo de protagonismo no hay voluntad como fuerza de arrastre al trabajo, a la puja conflictiva con los otros que andan en lo mismo.  Ese es el combustible de la democracia.

Sin esa ambición en el plano político no hay función creativa desde las instituciones del Estado.  Pero eso no basta.  Tienen que existir, en segundo lugar, en el alma del político aspiraciones de acción y decisión posibilitantes de una mejor vida para los ciudadanos que quiere representar o ya representa.  La aspiración es deseo, voluntad, regateo con los otros para acceder al poder.  La función desde el poder es otra:  es trabajo, ejecución, sacrificio, inclusive para negarse a sí mismo, mientras la afirmación como voluntad de poder es pura fuerza y ambición egocéntrica.

Para obtener acuerdos suficientes con los otros para lograr sus afanes, el político democrático tiene que transar, negociar, para lograr lo lograble, lo posible.  El secreto está en no convertir ese realismo en cinismo, o su insistencia en lograrlo todo de una vez  mediante la ideología y la demagogia:  pueblo, pueblo, pueblo, cuando en realidad está pensando en sí mismo, en su recaída al narcisismo y gratificación individual egoísta.  El tercer componente consiste de la capacidad para lograr acuerdos sin claudicar principios.

La pregunta es obligatoria:  cuando escuchamos o leemos sobre el anuncio de una candidatura, ¿estamos ante nobles y elevados propósitos y la capacidad para realizarlos, o estamos ante buscones de nombradía y figureo narcisista, hueco, cojo y manco?  Cada votante en la democracia tiene que hacerse esas preguntas temprano, antes de escoger y marcar la papeleta.

En el asunto de la marihuana se nos plantean consideraciones paralelas.  Ante el planteo honesto e ilustrado del Senador Pereira, ¿cuáles son las actitudes de los legisladores de la Cámara?  ¿Objeciones fundadas en hechos y estudios objetivos, o exhibicionismo demagógico, mirando a las gradas, con el miedo ignorante como sombrilla, con la prioridad única de salvar su pellejo partidista ante los gritos opositores del fundamentalismo pentecostal y la beatería católica?

Muchos de esos cacareantes contra el proyecto tímido y conservador de despenalizar la yerba no pasan, a ninguna hora del día, las pruebas de alcohol que se suministran a los conductores, y sus vías respiratorias disparan nicotina tabacal en el aliento.  Pero le gustan los impuestos de esas dos drogas mortales y legales, para con ellos reclamar obra realizada.

¡Con ilustrados y valientes como esos no vamos a ningún lado como pueblo!  Esas son las otras yerbas resultantes, que ya nos han arropado.

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