Sobre
las cosas deseables y convenientes no puede haber dudas: es mejor tarde que nunca. Pero en asuntos en los que le va la
vida al pueblo, que no es directamente responsable de las fechorías
politiqueras de sus gobiernos, aunque de buena fe los elige en la medida de sus
luces, no hay duda de que es mejor tarde que nunca. Por eso el pueblo no puede
gobernar directamente, y lo hace --- bien o mal --- a través de su clase política,
en el caso que nos ocupa desde Luis Ferré y Carlos Romero a Rafael Hernández
Colón y Aníbal Acevedo Vilá y Sila Calderón. Luego de ellos, los perversos Pedro Rosselló y Luis Fortuño.
¡Aquellos
polvos traen estos lodos! Por fin
Alejandro García Padilla le ha dicho la verdad al pueblo, verdad que sabía y encubrió
desde la primera semana de su incumbencia: que este País está económica y fiscalmente quebrado. El gobernador buena gente no quería
sonar áspero y negativo ante los que destruyeron las finanzas del País, ni
personal ni institucionalmente.
Llamé a esa actitud, bien temprano, una de “optimismo metodológico”, una
receta de inevitable fracaso. A
los dos años y medio de lapachero aritmético y fiscal, el hombre confiesa. ¿Cuándo se dio cuenta del desastre?
Su
mensaje fue elocuente, realista.
Por primera vez, transmitió a su pueblo una fibra emocional y moral, y le
puso fin, uno espera, al gobierno publicitario de su pequeño gabinete de
familia y aduladores de Palacio.
Es hora
de que todos respondamos a su llamado de colaboración patriótica. Lo otro sería destruir al pueblo con
tal de vilipendiar políticamente al Gobernador. Despreciable actitud de parte de los principales
responsables del desastre heredado.
Luego hablaremos de la receta para el futuro.
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