lunes, 6 de julio de 2015

Los Signos de Nuestra Crisis: Peligro y Oportunidad


Si ante nuestra crisis fiscal y política optásemos por lamentar el pasado y ajusticiar a los responsables de crearla, quizás sentiríamos un alivio emocional pasajero.  Pero la crisis quedaría intacta, retándonos primero a entenderla y luego a superarla.

Yo he criticado al Gobernador, al principio de su gestión, por no explicarle al pueblo los contornos del desbarajuste heredado, pero la utilidad de ese enfoque claramente está agotada.  El problema ahora no es el pasado sino el futuro.  Como ha dicho el reputado periodista del New York Times Thomas Friedman, en una densa obra --- La Tierra es Plana --- el asunto ante los políticos y analistas de la crisis mundial de la guerra y la paz, del crecimiento económico y la justicia --- norteamericana y mundial --- es uno de sueños y no de recuerdos.  Los recuerdos no resuelven nada, los sueños --- visión y voluntad --- han sido siempre la entrada a un futuro mejor.

La discusión partidista y las actitudes y actuaciones con vistas al foro del pueblo son necesarias e inevitables en la democracia.  El asunto es que no se puede sujetar la gobernación a la exigencias de la inmediatez partidista, porque donde no hay visión clara y voluntad firme de futuro el pueblo perece.

Por lo anterior pienso que todo análisis y defensa del Gobernador en términos partidistas, lo que hace, lo que proyecta y lo que manipula en términos visiblemente electoreros, no tiene importancia, pues es inevitable y esencia de la democracia misma.  Lo importante es lo que produzca --- los sueños --- mediante las acciones dirigidas a conjurar la crisis.  Lo otro carece de importancia, excepto para sus defensores o detractores.  Porque eso es la política partidista.  La acción está en otro  lado:  en el proyecto de gobernanza, en su visión, su estrategia, su programa con carácter de juramento, y las acciones necesarias para instrumentarlo.

El pasado ya no importa.  Es puro recuerdo.  Lo importante es el proyecto de futuro, pero para eso hay que renunciar a Satanás y a todos sus secuaces, que son el narcisismo, el protagonismo y el juego de las apariencias.

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