El
doctor Eduardo Ibarra es un excelso profesional médico que hace honor a dos
patrias hermanas: Méjico y Puerto
Rico. Es un mejicano
inevitablemente, y un puertorriqueño por vocación de espíritu. Dentro de la profesión médica --- con
una práctica amplia y exitosa --- encarna como pocos el mandato de Hipócrates: “Sobre todas las cosas, no hacer daño”.
No se
trata en el caso de Ibarra de un ciudadano dominguero, en busca de cámara y prestigio fofo. Por el contrario, se trata de un
profesional médico y ser humano que pone su tesoro donde pone su palabra. “Dime dónde está tu tesoro y te diré
donde está tu corazón”, reza el dicho bíblico. ¿Que dónde está el tesoro del doctor Eduardo Ibarra? Está en las “Lomas del Sol” de Toa
Alta, donde tantos hablaron e hicieron demagogia, mientras el puso su dinero al
servicio de los pobres cuyos hogares de otra manera hubiesen sido las calles o
las cárceles como “invasores” de un pedazo de tierra para vivir en resguardo de
los elementos.
“Sobre
todas las cosas, no hacer daño”. Aplíquese
ese aforismo ético al asunto de la salud pública en Puerto Rico. ¿Qué daño más perverso puede hacerle un
gobierno a un pueblo que invertir el dinero que el pueblo mismo paga en contribuciones
para que se atienda la salud, en inversionistas corporativos para que se ganen
cientos de millones de dólares para que sus contables y burócratas --- que no
los médicos --- determinen la atención médica que debe recibir el ciudadano que
paga esa mordida?
Cuatro gobernadores
--- dos PNP y dos del PPD --- le han sustraído al fondo de la salud pública
esos cientos de millones para dárselos a los inversionistas políticos de ambos
partidos. Este es el equivalente
de los “colmillús” de las centrales azucareras que exprimían al pueblo durante
los años treinta y contra los cuales Don Luis Muñoz Marín y su generación de
patriotas fundaron el Partido Popular en 1938 y produjeron un excelente,
efectivo y justo sistema de salud --- el Sistema Arbona --- hasta 1993, cuando
Pedro Rosselló y Marcos Rodríguez se lo vendieron como pescado abombao a las
aseguradoras de salud, que no aseguraron nada.
“Sobre
todas las cosas, no hacer daño”.
¿Qué más daño puede hacerse cuando se saca al médico del proceso de decisión
sobre el tratamiento de un paciente?
Puede costar la vida, y muchas veces ese es el costo. Porque es la vida del paciente y la
dignidad del médico los que están envueltos en un sistema que pone al contable
y al técnico administrativo de la aseguradora a hacer decisiones médicas.
Un
gobierno que contra toda la experiencia
y contra sus propias
promesas comete esa deslealtad al pueblo no merece respeto.
Como
una especie de reencarnación de Galileo Galilei ante un Vaticano despótico
contra la verdad científica de la rotación de la Tierra ---“todavía se
mueve”--- el doctor Ibarra pensará:
“pueden negociar el dinero de la salud del pueblo con los depredadores
del tesoro publico, pero está mal hecho”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario