El
insigne historiador británico Arnold Toynbee, a quien estudié a mediados del siglo
pasado, y con quien compartí personalmente en el verano de 1961 en un seminario
sobre los problemas de la América Latina, desde la esperanza apenas entonces
vislumbrada de un desarrollo democrático, fundó su prestigio de historiador en
una obra de 24 volúmenes, que tituló, modestamente “Estudio de la
Historia”. La clave principal de
su estudio era la identificación de los retos presentados por las coyunturas históricas
y las respuestas que cada civilización ofrecía ante ellas.
Sentado
a mi lado en el Teatro de la Universidad, y mientras los ponentes desarrollaban
sus tesis, se acercó a mi oído y me dijo:
“el problema de la democracia en América Latina es que sólo a los
pueblos les interesa”. Tal
comentario coloca sagazmente la responsabilidad del progreso democrático en los
lideratos, porque la democracia sin liderato confirma la consigna bíblica de
que “donde no hay visión el pueblo perece”.
A
partir de ese principio, los pueblos se salvan o se pierden --- responden a los
retos o sucumben y se convierten en paja histórica.
Puerto
Rico debe recordar con orgullo --- porque recordar es vivir --- la respuesta
que la enorme generación del 40 dio a la penuria borinqueña, que tan
atinadamente expresaron nuestros dos eximios poetas, uno del verso y otro de la
canción, Luis Palés Matos y Rafael Hernández. Un amigo de ambos, Luis Muñoz Marín dirigió su poética a la acción. En griego el poeta es “el que hace”, y
nuestro poeta político de 1938 a 1964 viró el País al revés. Se metió a economista, a diplomático
cabildero, a panfletista de Dios --- esto es, del pueblo --- para superar el
reto del hambre, la enfermedad, el hacinamiento, la explotación del trabajador
y del agregado, la desesperanza, para “jalda arriba”, “manos a la obra”,
mediante “la batalla de la producción” como respuesta para transformar la
anemia económica y social, obra por la que los observadores y visitantes
internacionales llamaron a Puerto Rico“ una caja de resonancia”.
Luego
de eso llegaron los sarracenos de la política, los fenicios de los dos
partidos, y han destruido aquella herencia en aras de la manipulación política
y el fanatismo ideológico: los
Romero, y Rafael, los Rosselló y Fortuño.
Y nos han entregado una caricatura de País: depresión económica, corrupción política, oligarquía de
depredadores insensibles, y un pueblo débil y consentidor. Ese es el reto. ¿Y la respuesta? No se vislumbra, pero aparece o nos
hundimos todos camino a otro 1938, en busca de otros poetas.
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