Cuando
se habla en política de vieja guardia, el término carga un dejo
despectivo. Por lo de vieja, es
decir, caduca, conservadora, señorial.
Así se analizaba y discutía este concepto en Puerto Rico para allá para
1963, un año antes que la nueva generación política en el PPD hiciera su aparición
para 1964, y en la que formábamos grupo Luis Camacho, Severo Colberg, Carlos
Lastra, Genaro Baquero y este servidor, entre muchos otros. La experiencia real dentro del partido
y la Legislatura probó otra cosa, porque lo que conocimos desde adentro fue una
generación abnegada, devotos del País y del servicio público, y económicamente
desinteresados, hasta el punto de dejar muchos de ellos su fortuna y sus
profesiones en la palestra de la justicia social, del autonomismo, y de un
servicio público eficiente y honesto.
Claro,
en el grupo generacional nuevo --- por razones puramente cronológicas --- se
colaron algunos, en la nueva pilada, que resultaron más viejos que el viento en
sus motivaciones de lucro. El caso
más notorio de ese fenómeno lo constituyó y lo constituye aún Rafael Hernández
Colón, cuya voracidad numismática no tiene límites y no se limita a sí mismo,
sino que ha inspirado conductas parejas en muchos que lo rodearon, que él elevó
al poder en el PPD --- como abogado del partido (Antonio Andreu García) o como
director de campaña primero (1980 – Federico Hernández Denton), quien más
tarde, con las mismas palas, llega al Tribunal Supremo, como juez asociado
primero y luego como juez presidente.
Esa era
una de las alas de la nueva generación --- la nueva guardia --- a partir de
1964. Al cabo de casi medio siglo
aquella banda de la nueva guardia resulta hoy matuselánica en valores y
actitudes.
Se
trata en verdad de una nueva clase, en el mismo sentido en que Milovan Djilas
usó el concepto hacia los años cincuenta del pasado siglo para denunciar la
transformación de los comunistas come-fuego de Tito en Yugoslavia en
depredadores del bien común y de la propiedad supuestamente colectiva.
Frente
a un pueblo empobrecido, en penuria material y moral, los que debieran ser
modelos de prudencia y frugalidad exhiben rasgos de señoritos árabes intocables
en los privilegios que se han asignado a sí mismos con la cuchara grande, a nombre
de la independencia judicial.
Luis
Muñoz Marín, Roberto Sánchez Vilella, Antonio Fernos Isern, que tanto les gusta
citar, vivieron en vano para estos patriotas de pacotilla: Rafael Hernández Colón, Federico Hernández
Denton y Antonio Andreu García, malos ejemplos para las nuevas generaciones.
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