Alejandro
García Padilla, por obligación constitucional, por solicitud que hizo para
ejercer el Poder Ejecutivo, y por necesidad perentoria de que el gobierno
gobierne, le toca la tarea casi imposible de administrar la escasez contra una
opinión pública y política que exige milagros.
La
herencia desde la cual parte Alejandro está constituída por el legado triple de
tres exgobernadores irresponsables, que antepusieron sus intereses de
cuatrienio a las responsabilidades patrióticas que exigían pensar en términos
de generaciones, si no de siglos.
El
primero de ellos, Rafael Hernández Colón, ante una crisis económica que exigía
prudencia y sentido de futuro, optó por cultivar clientelas partidistas, que en
su demanda conjunta de ventajas y favores culminó en la creación de docenas de
agencias nuevas, una para cada grupo que se quería cultivar y complacer, aunque
para justificar el estancamiento económico y fiscal de su gobierno hablaba de
“el monstruo de la burocracia”, a la cual añadió pisos de condominio.
Le
sucedió Pedro Rosselló, el faraón de la corrupción ilegal más agresiva de
nuestra historia. Capas enteras de
su cuerpo administrativo pararon en las cárceles federales, lo que le hizo
confesar, al abandonar el País como un forajido, “ahí les dejo ese desastre”, refiriéndose
al balance legal de los que le acompañaron en el pillaje de fondos públicos.
Aníbal
Acevedo Vila aguantó el poste que heredó hasta que por su propio peso se
derrumbó porque estaba podrido.
La
llegada de Luis Fortuño, al poder atestigua la intermitente torpeza moral de
nuestro pueblo, no todo el tiempo, pero recurrente. Porque la historia de las plutocracias, de las oligarquías
del poder --- de los pocos ricos contra los muchos pobres --- confirma el hecho
repetido en la historia de cómo los pueblos, engañados por la publicidad
pagada, votan contra sí mismos.
Fortuño
y su señora robaron a derecha e izquierda --- no en el sentido vulgar del ladrón
que asalta bancos y hogares, sino mediante leyes y contratos que los
beneficiaron directamente --- como expresión de gratitud de los
favorecidos. Sencillamente ha sido
el político mas ratero, a más alto nivel, que exhibe nuestra historia. Todas sus explicaciones y
racionalizaciones eran sencillamente mentiras, mentiras caras, pero
mentiras. Todavía lo mantenemos
--- como a Romero y Rafael --- con gastos de oficina y escoltas para
protegerlos de por vida. Debemos
enviarlos a vivir su “dolce vita”, robada al pueblo, a las calles de Ucrania.
Alejandro
ha heredado, como cordero llevado al matadero, la obra siniestra de Romero,
Rafael, y Rosselló y Fortuño. Ha
heredado la quiebra. Le favorece
su honestidad y su entusiasmo, y su indisposición --- encomiable y criticable a
un tiempo --- de asignar culpas a los otros, mientras todos le pedimos
soluciones mágicas. ¿Qué debe
hacer? Hablamos mañana.