¡Pobre
Puerto Rico! Desde 1934 está
visitando al Washington político y administrativo del Imperio, en actitudes que
han variado desde las explicaciones que Luis Muñoz Marín les ofrecía sobre las
circunstancias puertorriqueñas a la gente de Franklin D. Roosevelt y al
Presidente mismo, y más tarde a John F. Kennedy, para nada, pues ese mismo
Roosevelt fue quien nombró a los siniestros gobernadores Gore, Riley y
Winship. Todo porque aquellas
relaciones, desde entonces, no estaban basadas en la igual dignidad de ambas
partes. Kennedy finalmente
traicionó la esperanza y el compromiso con Puerto Rico de adelantar el
crecimiento del Estado Libre Asociado.
El
cónclave de esta semana siguió el mismo patrón. El Gobernador de Puerto Rico como uno entre tantos ---
incluyendo eminencias explotadas como Kenneth McClintock, ¿representando a
quién? --- pidiendo ayuda a burócratas de tercer nivel de la Casa Blanca, sin
compromiso alguno en la otra parte, sino como un ejercicio más bien de imágenes
y publicidad presencial en año de elecciones congresionales que parecen cuesta
arriba para los demócratas. La
apariencia de interés en los latinos de Puerto Rico podría ayudar, no a Puerto
Rico, sino a los intereses políticos del Presidente y su partido.
Me
pregunto si alguien en esas mesas de vivenciales --- la catarsis de la
expresión --- planteó la injusticia y la explotación de Puerto Rico por la ley
de cabotaje. ¿Qué mejor
oportunidad? ¿Algún otro planteo
de altivez a la altura de 116 años de colonialismo? Y digo colonialismo porque lo que fue el ELA un día ha sido
degradado por la arrogancia imperial a la categoría de cosa poseída, a la que
se le niega la independencia, la estadidad, o el crecimiento político.
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