Los
programas políticos tienden a constituir catálogos de fantasías, algunas
deseables si pudieran realizarse, la mayoría motas de algodón que nublan la
captación real de las circunstancias en que se prometen. No es que se ofrezcan como engaños, es
que en general se prometen para persuadir, no para educar, esto es, para
convencer. Su carácter retórico no
está presidido por la verdad que se conoce, sino por lo que el pueblo quiere y
necesita creer. De ahí su carácter
de “si se puede”, y el reclamo posterior de “no fue posible”.
Si el
gobernante democrático pudiera, ante las crisis que enfrenta y que no
escamotea, enfrentarse al pueblo de modo pedagógico, para mostrarla y enseñarla
cómo en realidad son las cosas sobre las cuales preside, entraría en el reino
de la “terapia de realidad”.
Porque si el pueblo entiende, y juzga honesta esa actitud --- en
abstracción de los pataleos demagógicos de la oposición ---, la verdad es un
ancla más poderosa que el optimismo sato que se disuelve al primer contacto con
la realidad que el pueblo vive, y se pregunta porqué no se la explican, si está
ahí y sufre sus embates.
El próximo
mensaje que ofrecerá el Gobernador sobre el estado del País nos contestará la cuestión
que he planteado. Nadie puede
tener duda de que tiene que ser un mensaje honesto, real, un curso de realidad
y una invitación a compartir la brega.
¿Qué brega? La del
sacrificio compartido, porque el Gobernador dirige un País, y un gobierno, al
borde de la quiebra, y para enfrentarla sólo cuenta con el entendimiento y los
haberes del propio pueblo.
¿Cómo llamaríamos
a esa gesta de sinceración y pedido de ayuda? Mi padre, que era director de brigadas de construcción y reparación
de carreteras --- precisamente derrumbes --- por allá por los años treinta del
pasado siglo, me decía que la clave para su tarea era “cortar arriba y rellenar
abajo”. Precisamente lo que tiene
que hacer el Gobernador.
¡Adiós
al optimismo metodológico y bienvenida la terapia de realidad!
Cuando lo vivamos en carne propia sera que los que están en negación lo aceptarán.
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