¿Cómo
es posible que Luis Fortuño primero y Alejandro García Padilla después no
vieron la figura conspicua y prominente del Coronel Caldero, mientras pululaban
por el FBI por Florida y Nueva York buscando un Superintendente para la Policía
de Puerto Rico, cuando a diario sus narices chocaban con él?
La
respuesta es evidente: la postración
colonial. Todo lo que venga de allá
tiene que ser mejor. En vano hemos
desarrollado en Puerto Rico una clase media profesional y técnica, pues a la
hora de las designaciones el americano sabe más, es mejor, cuesta más en
sueldos y condiciones especiales, mientras los puertorriqueños capacitados, sin
complejos de procónsules --- a lo Luis Fraticelli, Figueroa Sancha, Carlos Pesquera
y Carlos Cases --- tienen que esperar a que los americuchos, de aquí y de
afuera, agoten la paciencia del País por su incompetencia profesional y
avaricia económica.
Para
Alejandro y para Puerto Rico, a las tres va la vencida: tenemos un Superintendente de la policía
autóctono, competente, apreciado por la Fuerza, modesto en la plena conciencia
de su valor, aunque hasta ayer invisible.
Hay que
cortar de una vez por todas la dependencia umbilical del arrogante y
delincuente FBI para servir a la paz y el orden puertorriqueño, porque muchas
veces han sido los protagonistas del crimen --- Maravilla, Filiberto Ojeda ---
y los incitadores para que otros lo cometan.
¿Se habrá
aprendido algo de este patético episodio?
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