Estamos
--- pueblo y Legislatura --- evaluando los méritos del Coronel Caldero para
dirigir la Policía en carácter de Superintendente. Después de las pesadillas de Figueroa Sancha y Carlos
Pesquera, en esta Administración, el nombramiento de Caldero ha inducido en el
pueblo un sentido de esperanza y tranquilidad. El Senado de Puerto Rico está en estos momentos calibrando
su record, sus actitudes, sus valores.
A estas alturas, reconozco que tiene grandes posibilidades de confirmación. Es conocido por, y conoce a su Policía,
y si hay alguien que conoce sus problemas, ese es Caldero.
Quiero
dedicar este espacio hoy a una consideración sociológica con respecto a las
exigencias y demandas que hacemos --- gobierno y pueblo --- al Superintendente
de la Policía, sea quien sea, para que nos asegure la seguridad: en nuestras familias, vecindarios,
carreteras, sitios de diversión, por donde quiera que andamos en estos caminos
de la vida ordinaria. Es una
expectativa, esperanza y demanda quimérica: la Policía no es un agente moral e intelectual de la
conducta de los seres humanos en esos diversos contornos. La Policía puede ejercer una presencia,
y presión, externas, en sus plantones, sus patrullas, en su atención al
ciudadano cuando solicita su ayuda o es intervenido por el o la policía. Pero la causalidad verdadera del crimen
es situacional, motivacional, valorativa, desde el carácter de cada ciudadano.
El o la
agente policíaco no está presente cuando el delincuente o criminal comete el
delito. De hecho, lo evaden, lo
burlan, lo manipulan hasta asegurarse de su ausencia al momento de
delinquir. La “mens rea”, la mente
perversa inclinada al delito, va por dentro. Viene de su educación, personal, social y escolar --- a
partir de la familia y de las relaciones humanas elementales.
Resumo
todo lo anterior, que por necesidad es una síntesis apretada, de la siguiente
manera: la seguridad humana y
social no nos llegará nunca de ninguna Policía o Superintendencia, de Caldero
ni de nadie equivalente. Vendrá de
una Reforma Educativa fundamental que comienza en los primeros años en la
familia y continua a través de los primeros años escolares.
La
seguridad proviene muy parcialmente de la Policía. Viene de la persona, y esta viene de la sociedad y la familia. No de los Superintendentes que
desfilan, unos años apenas cada uno quemando sillas, teléfonos y calles,
excepto en una muy modesta dimensión.
Así que adelante, Coronel Caldero, hacia lo poco que podrá lograr. Porque si alguien tiene la experiencia,
el conocimiento y la motivación para hacer lo poco que puede hacer en la Policía
por una sociedad desconcertada, es usted.
La otra
función fundamental a la que por fuerza tiene que ir dirigido su liderato y su
autoridad es la de la Reforma de la Policía: de su corrupción, de sus malos hábitos de relaciones humanas
y de sus entrenamientos irregulares y salteados. En ese sentido, tiene que convertirse en su propio “monitor”,
irrespectivo de lo que piensen los federales.
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