El País
puede vivir y dormir tranquilo.
Los trapos con que se visten nuestros gobernadores tienen la seña
exterior de la elegancia. Nada
menos que de Cabo Rojo. Olvídese
del santo y fíjese en el manto.
Para validar esa tabla de valores, han tenido que ir a revisitar a Don
Luis Muñoz Marín, que ni un pepino angolo nunca dio por las apariencias
exteriores. Le importaban más las
neuronas, los valores, la masa encefálica activa produciendo ideas y soluciones
para los problemas de su pueblo.
¿Cómo
reaccionar al reportaje frívolo de un tema más frívolo todavía de la periodista
Nydia Bauzá en las páginas 16 y 17 del pasado viernes, exhibiendo el
exhibicionismo frívolo de nuestros gobernadores y exgobernadores? Por tratarse del Viernes Santo hay que
apelar al criterio bíblico del Eclesiastés: ¡Vanidad de vanidades! dijo el predicador. O como le llamaba a la vanidad mi inolvidable
vieja: ¡Vanuras! De espíritus vacíos y fofos, que
exhiben tales puerilidades narcisistas, este pueblo no tiene necesidad
alguna. Tiene sí necesidad urgente
de hombres y mujeres que valoren más las realidades que las apariencias. Les agradecería más las mangas
arrolladas combatiendo la incompetencia gubernamental, que es su propia incompetencia,
que el figureo superficial de lindos con poder, el poder del pueblo disipado en
tonterías mientras el pueblo sufre esa incompetencia, que es la forma más burda
de la injusticia.
El
pueblo no merece esas banalidades, esas vanidades, esas vanuras. ¿Hasta donde va a llegar la superficialidad
con que se presentan sus líderes oficiales --- aunque no necesariamente reales
--- ante el País? Vamos a lo
esencial --- programa y ejecución y no lo efímero, superficial e insultante a
la inteligencia y a las necesidades del pueblo.
¡Por
favor, denle al pueblo una razón práctica de por qué debe ir a votar en noviembre
del 2016. No insulten más su
inteligencia, que bien poca es, a juzgar por lo que han decidido durante los últimos
20 años!
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