miércoles, 24 de septiembre de 2014

El Gobierno, Los Partidos y El Pueblo


No debe resultar difícil para el ciudadano promedio --- llamémosle pueblo -- concebir al gobierno como la maquinaria administrativa --- legislativa, ejecutiva y judicial --- encargada de administrar los programas de gobierno, la política pública supuestamente al servicio del Bien Común.

El material de trabajo para esa función administrativa lo provee el pueblo mismo, mediante los programas de los partidos políticos, encargados estos de organizar la opinión pública en torno a valores, intereses y necesidades.

Lo anterior representa una definición sencilla del sistema y proceso democrático.  Tal supuesto funciona prácticamente bien en épocas de consenso social, de homogeneidad valorativa, o de liderato dedicado al servicio y no a servirse.  Así ocurrió en Puerto Rico de 1940 al 1968, porque líderes y pueblo estaban leyendo el mismo texto y la misma página.  Lo he expresado en otro contexto con una formula sencilla: se trata de un liderato que consideró que la felicidad pública constituía el principio de su felicidad privada, y no al revés como se estila en nuestros días.

Lejos de esa feliz fórmula, como antípodas unas de otras, vivimos en Puerto Rico en 2014 una especie de macabra geometría política en que los intereses de la oligarquía gobernante y sus clientes de todo tipo viven y circulan en forma paralela a los intereses y necesidades del pueblo, pero paralelas al fin esas dos realidades no se encuentran.

La vida de los jefes, los contratos, las alianzas, los accesos al poder y las concesiones especiales --- los amigos, los parientes, los compañeros de “sociedad”, los excompañeros de estudios, los contribuyentes políticos, se tragan y sacrifican la otra vida, la deprivada de todo lo anterior --- paralelas ambas, en el tiempo, en el espacio, en el partido, --- pero no se encuentran.

Gobierno y pueblo se intersectan cada cuatro años, en las campañas políticas.  Después, desde 1968 al presente, apenas se interpelan, se conocen, o dan cuenta una a la otra de sus andanzas.

Para la vida oficial --- del poder, del mando, del “prestigio” honorable por el puesto que se ocupa, --- el pueblo, sus necesidades, sus circunstancias, su empleo, su salud, su educación, su seguridad es un primo pobre, un estorbo al disfrute del poder o la apariencia del poder.

Necesitamos urgentemente una nueva geometría política en la que las vidas paralelas de gobierno y pueblo de intersectan en el servicio, de la misma manera que se intersectan en el voto.

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